Bolívar, Villanueva
Martes, 10 de Marzo de 2020
Esta es una de las muchas historias que suceden a diario en los pueblos de Bolívar

Eran las dos de la madrugada cuando nos encontrábamos realizando primer turno como patrulla de vigilancia y nos interrumpió el ruido del teléfono. Puse la llamada en alta voz y era una ciudadana que con voz temblorosa y entrecortada nos contaba que su esposo se había extraviado en la entrada del corregimiento de Zipacoa.

Por esa situación nos trasladamos al lugar indicado con el fin de atender el requerimiento. Cuando llegamos, mi compañero y yo nos dimos cuenta de que venía acercándose una mujer de larga cabellera a quien las otras personas que se encontraban esperando el bus que los llevaría a Cartagena parecieran ignorar.

Un vestido largo blanco la cubría y su rostro descompuesto nos hizo pensar que algo no estaba bien, quizá fue su peor noche o tal vez, aunque no lo parecía, era una mujer de la noche que le había ido mal y no hizo la cuota del día.

Aunque parecía una situación extraña, para nada llamo mi atención, porque hasta ese momento no creía ni en lo malo ni en lo bueno, por lo que continúe atendiendo el caso como uno más.

Cuando la mujer llegó a la camioneta no dijo ni una sola palabra, se subió en la parte de atrás de la patrulla en completo silencio. Mi compañero se apresuró a encender el vehículo, no sin antes preguntarle: - ¿Dios y Patria, buenos días, en qué le podemos ayudar? - . Angustiada aseveró, “la plaza, un barrio que queda en el corazón de Zipacoa, allí se extravió mi esposo”. Sin decir nada más y como queriendo poner punto final a cualquier clase de comentario siguiente volteó su rostro hacia una de las ventanillas y se quedó como estatua, como ida.

Yo intenté en un par de ocasiones romper el hielo haciendo comentarios como: -esto por acá es muy solo y oscuro, que hace una mujer tan hermosa a estas horas de la madrugada, le pueden hacer un daño  (…) Aunque de inmediato me di cuenta que era un fracaso hablar con ella, imposible sacarle una palabra a esta mujer, de vez en cuando la miraba por el espejo (retrovisor), pero la inmóvil mujer seguía sin inmutarse, en la misma posición en la que se puso desde que se subió a la patrulla.

Faltando solo pocos metros para llegar al barrio indicado volví y le pregunté: ¿Dónde es el caso de policía? En ese momento una camioneta comenzó a pitarnos insistentemente, nosotros nos distrajimos porque pensábamos que quizás los ocupantes del vehículo nos querían decir algo, ya que la trocha estaba sola y nada impedía que lo sobrepasaran, miramos por el retrovisor de su lado, la camioneta pasó como si nada, sin decir ni una sola palabra y con los vidrios arriba, con rabia el conductor aceleró.

En ese momento volví a hacerle la pregunta a la extraña mujer que necesitaba el requerimiento al mismo tiempo que miraba por el retrovisor de enfrente, mi compañero y yo nos sobresaltamos al ver que la mujer había desaparecido. Angustiados volteamos a mirar y a buscarla por todos lados, pero nos convencimos que ya no estaba.

Unas luces altas que venían de enfrente llamaron mi atención, pero era demasiado tarde, terminamos saliéndonos de la trocha, estrellándonos con unos arbustos y por un momento todo estuvo en silencio, hasta que escuchamos a lo lejos voces. Tímidamente abrí los ojos y unas personas que pasaban por el lugar nos preguntaron: ¿señores agentes a quién buscan?, pero yo en medio de la confusión pedía a gritos que salvaran a la mujer, la ciudadana que venía con nosotros sigue dentro, gritaba, por mucho que las personas buscaron no dieron nunca con el cuerpo de ninguna mujer.

Alguien comentó que quizás me había golpeado la cabeza y sufrí algún trauma que me había hecho olvidar que no traía a nadie. Hasta ese momento había contenido el llanto, pero no pude más. “¿Dónde está? Yo no estoy loco… Ella estaba con nosotros y desapareció, ¿cómo pasó? ¿Dónde está?”. Me preguntaba.

Tratamos de pedir apoyo, pero la señal de radio y teléfono por esta jurisdicción es mala, motivo por el cual la llamada se cortaba. Era un ambiente enrarecido, y mi compañero y yo nos miramos sorprendidos, pero sin poder decir ni media palabra. Posteriormente y con ayuda de las personas sacamos el vehículo de donde estaba atascado para continuar con nuestras labores.

Después de lo ocurrido decidimos trasladarnos a la estación de Policía de Villanueva para contarles a nuestros compañeros de la experiencia vivida. De repente sonó nuevamente el teléfono del cuadrante y era una anciana que me contó que ella (La mujer que nos había salido) era una mujer que estuvo para casarse, pero la dejaron ‘metía’ (vestida en el altar).

La anciana narró, “ahí donde están esos barrios hoy, era la finca del papá y ahí se llevó a cabo la recepción de la boda; y cuando le destrozaron el corazón, ella corrió, salió del lugar para perderse, alejarse para siempre de todo y de todos, con tan mala suerte que un carro que pasaba la atropelló y la mató en el acto. Ahora dicen que anda buscando el camino a la boda, pero antes debe hallar al novio que la dejó plantada”, relató la anciana.

Ya han transcurrido 2 años desde que me ocurrió ese acontecimiento y le puedo asegurar que mi vida cambió por completo, puesto que era una persona incrédula. Desde ese instante soy otra persona y me convertí en seguidor de cristo. Dios y Patria.

Autor: Emilio Gutiérrez