Actitudes y dinámicas de robo en un colegio de nivel socioeconómico medio-alto

Resumen

El robo escolar es un problema muy común en colegios de todas las localidades de Bogotá. Con el propósito de profundizar sobre este fenómeno, se realizaron encuestas, entrevistas y grupos focales con noventa estudiantes de un colegio privado de nivel socioeconómico medioalto. Los resultados indicaron que los robos en este colegio se realizan, por lo general, de manera espontánea e individual, y que los objetos robados se utilizan para uso personal y no para la venta. A pesar de que la mayoría de los estudiantes rechazan los robos, algunos minimizan su gravedad cuando la víctima tiene muchos recursos o presume de sus posesiones, o si ha dejado sus objetos descuidados. Estos resultados contrastan con un estudio similar realizado previamente en una escuela con presencia de pandillas juveniles, el cual mostró que los robos eran realizados de manera planeada por grupos de estudiantes que dividían sus roles y vendían lo robado por fuera del colegio. A pesar de las diferencias entre colegios, la presente investigación resalta la necesidad de que se tomen en serio las denuncias de los estudiantes, se apliquen normas de manera consistente, se promueva empatía frente a las víctimas y se cuestionen justificaciones que minimizan que minimizan la gravedad de los robos.

Palabras clave

Hurto, robo, denuncia, sistema educativo, prevención (fuente: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).

1 Agradecemos muy especialmente a las directivas, psicólogos, docentes y estudiantes del colegio donde realizamos la investigación, por su gran colaboración con el estudio. Agradecemos también los muy valiosos comentarios de los evaluadores anónimos de la Revista Criminalidad.

Abstract

School theft is a very common problem at schools in all areas of Bogota. For the purpose of delving into this issue, surveys, interviews and focus groups were carried out with ninety students of a private upper-middle socioeconomic level school, and results showed that robberies and thefts taking place there are generally of a spontaneous and individual nature, and stolen objects intended for personal use, not for sale. Nevertheless, although most students reject these activities, they tend to minimize their seriousness particularly if the victims own significant resources or boast about their possessions or tend to be careless and leave their things behind. In contrast, the results of a similar study previously carried out in a school affected with the presence of youth gangs showed that thefts were carefully planned by groups of students playing different roles; stolen objects were then sold outside the school. Despite the differences seen among these establishments, current research stresses the fact that student complaints need to be taken seriously and empathy promoted towards the victims; rules must be applied consistently while questioning and rejecting any justifications leading to minimize the seriousness of these acts.

Key words

Theft, robbery, complaint, denunciation, educational system, prevention (Source: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).

Resumo

O roubo escolar é um problema comum nas escolas em todas as localidades de Bogotá. Para investigar esse fenômeno, realizaram-se foram pesquisas, entrevistas e grupos focais com noventa alunos de uma escola privada de nível socioeconômico médio-alto. Os resultados indicaram que os roubos nesta escola são feitos, em geral, de jeito individual e espontâneo e que os objetos roubados são usados para uso pessoal e não para venda. Enquanto a maioria dos alunos rejeita o roubo, alguns minimizam sua gravidade quando a vítima tem muitos recursos ou gaba-se das suas posses, ou se deixou seus objetos abandonados. Esses resultados contrastam com um estudo semelhante realizado anteriormente em uma escola com a presença de gangues de jovens, que mostrou que os roubos foram feitos na maneira pretendida por grupos de estudantes que dividiam seus papéis e vendiam os obje- tos roubados fora da escola. Apesar das diferenças entre escolas, esta pesquisa destaca a necessidade de que as queixas dos alunos levam-se a sério, usam-se as regras consistentemente, promova-se a empatia com as vítimas e desafiem-se as justificativas que minimizam a gravidade dos roubos.

Palavras-chave

Furto, roubo, denúncia, sistema educativo, prevenção (fonte: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).

Introducción

Un gran estudio sobre violencia escolar, realizado en Bogotá en el año 2006, mostró, sorprendente- mente, que al 56% de los estudiantes les habían roba- do algo en el colegio durante el último año (Chaux & Velásquez, 2008). El estudio fue repetido en el 2011, con más de 100 mil alumnos, y se encontró que, de hecho, este indicador empeoró: el 63% de los estudiantes respondieron que habían sido robados dentro de su colegio en el último año (Chaux, 2013). Esta prevalencia, además de ser muy alta, es bastante homogénea en todas las localidades de Bogotá. En el 2011, la frecuencia de robos reportada en todas las localidades de Bogotá estuvo entre 59 y 68%. Esto sugiere que se trata de un problema muy común, que afecta con frecuencia similar a los estudiantes de colegios en todos los sectores de Bogotá. Entonces, resulta fundamental comprender con mayor profundidad el fenómeno del robo escolar, tanto en los colegios de niveles socioeconómicos bajos, como en aquellos donde estos altos. Entender lo anterior es muy importante para identificar formas en que este fenómeno se podría prevenir y reducir.

Buscando comprender mejor el problema del robo escolar, Bolívar, Contreras, Jiménez & Chaux (2010) realizaron un estudio cualitativo en un co- legio público de Bogotá, de nivel socioeconómico bajo, ubicado en un barrio con elevados niveles de violencia comunitaria. Por medio de encuestas, en- trevistas y grupos focales, encontraron que el robo dentro de ese colegio ocurre de manera muy estruc- turada, con altos niveles de organización y planea- ción. E. g., encontraron que hay grupos de estudian- tes dentro del colegio que planean bien los robos que van a llevar a cabo: se dividen los roles y buscan los mejores momentos y lugares para entrar a los sa- lones, a fin de esculcar maletas, robar distintos ob- jetos de valor y esconderlos rápidamente entre es- tudiantes de grados menores, quienes los sacan del colegio para venderlos por fuera. Algunos alumnos contaron que incluso atracan a otros estudiantes dentro del colegio, a veces usando armas blancas.

Bolívar et al. (2010) también indagaron por los desentendimientos morales que utilizaban los estudiantes involucrados en robos a sus compañeros. El desentendimiento moral es un proceso cognitivo que le permite a las personas calmar su conciencia, justificando acciones propias que no son coherentes con sus principios morales (Bandura, 2002). Bolívar et al. (2010) encontraron, e. g., que algunos estudiantes contrastaban sus robos con acciones peores que realizaban otros (comparaciones venta- josas); culpaban a las víctimas por demostrar que tenían mucho, y por eso se merecían que las robaran (atribución de la culpa a la víctima), o minimizaban su responsabilidad al decir que muchos participaban en los robos (difusión de la responsabilidad).

Los resultados encontrados por Bolívar et al. (2010) podrían asociarse con el contexto de delincuencia y violencia comunitaria en el que está ubicado el colegio donde se realizó la investigación. De hecho, varios entrevistados mencionaron que los robos ocurren con frecuencia de manera coordina- da con pandillas juveniles, y que algunos estudiantes tienen relación directa con estas. Sin embargo, esto no explicaría por qué la prevalencia de robos es similar en todas las localidades de Bogotá, dado que la violencia comunitaria y las pandillas están concentradas en ciertas zonas de la ciudad (Ávila & Pérez, 2011; Chaux, 2013).

Para complementar la comprensión sobre el fenómeno de robos en colegios de Bogotá, el presen- te estudio indagó por actitudes y dinámicas de robos en un colegio privado de nivel socioeconómico medio-alto. Se buscó comprender si los robos en un contexto socioeconómico distinto también suceden de manera estructurada, con grupos organizados y altos niveles de planeación, o si, en cambio, ocurren de manera individual y espontánea. También se trató de identificar si las actitudes de los estudiantes frente al robo eran similares a las encontradas por Bolívar et al. (2010). Para garantizar la comparabilidad, en el estudio se usó una metodología similar a la utilizada por Bolívar et al. (2010).

Finalmente, también se exploró la posible relación entre las actitudes de los estudiantes frente al robo y la empatía, entendida como la capacidad para sentir algo similar o compatible con lo que otros sienten (Chaux, 2012; Hoffman, 2002). Esta relación se exploró suponiendo que los estudiantes que son más capaces de sentir compasión por los otros rechazarán más los actos que afectan negativamente a compañeros, como los robos.

En resumen, las preguntas de investigación que el estudio buscó responder fueron: 1) ¿Cómo son las dinámicas de robos entre estudiantes en un colegio privado de nivel socioeconómico alto de Bogotá?; 2) ¿Qué actitudes tienen los estudiantes participantes frente al robo escolar?, y 3) ¿Qué relación existe entre la empatía de los estudiantes y sus actitudes frente al robo escolar?

Metodología

Participantes

En esta investigación participaron alumnos de grados 4.º y 7.º de un colegio privado mixto de la ciudad de Bogotá. El colegio atiende estudiantes de familias con niveles socioeconómicos medio y alto (entre los seis estratos socioeconómicos definidos en Bogotá para el pago de servicios públicos, la gran mayoría de las familias del colegio viven en barrios clasificados en los estratos 4 y 5). Las edades de los participantes oscilaban entre 9 y 11 años (promedio, 10,2 años) en 4.º, y entre 12 y 15 años (promedio, 13,3 años) en 7.º. En la encuesta inicial participaron 90 estudiantes de grado 4.º (52 hombres y 38 mujeres) y 56 de 7.º (33 hombres y 23 mujeres). En la segunda parte del estudio se entrevistó individualmente a 13 estudiantes de 4.º (7 hombres y 6 mujeres), 11 de los cuales tenían actitudes más favorables hacia el robo. Los 2 restantes presentaban actitudes inter- medias o desfavorables hacia el robo. En 7.º grado se entrevistaron 15 estudiantes (11 hombres y 4 mujeres), 11 de ellos con actitudes más favorables hacia el robo y 4 con actitudes intermedias o desfavorables. Adicionalmente, se llevó a cabo un grupo focal con 6 participantes de 4.º grado (3 hombres y 3 mujeres), 5 de ellos con actitudes intermedias o bajas hacia el robo, y uno con actitudes favorables, y otro con 5 estudiantes de 7.º grado (3 hombres y 2 mujeres), con actitudes intermedias o desfavorables hacia el robo. En todas las fases de la investigación los estudiantes participaron de manera voluntaria y anónima. Todos tenían consentimientos firmados por sus padres autorizando su participación.

Procedimiento

Inicialmente se contactó al colegio y se pidió autorización a sus directivos para realizar el estudio. Después se informó a los padres de grados 4.º y 7.º el objetivo de la investigación, y se pidió su consentimiento firmado para la participación de sus hijos en el estudio. Se aplicó una encuesta de actitudes frente al robo a los estudiantes que fueron autorizados por sus padres. La segunda parte de la investigación consistió en entrevistas individuales a los alumnos con actitudes más favorables hacia el robo, según los resultados de la encuesta. Con el propósito de evitar señalamientos a los estudiantes seleccionados para las entrevistas individuales, también se entrevistó a algunos alumnos con actitudes intermedias y desfavorables. Por último, se realizó un grupo focal en cada grado, para profundizar aspectos que no habían quedado claros en las entrevistas. Las en- cuestas y las entrevistas se llevaron a cabo por tres de los autores, psicólogas egresadas recientemente, con experiencia previa en la aplicación de instrumentos de recolección de datos con estudiantes escolares. Los grupos focales fueron liderados por dos de las tres investigadoras, mientras que la tercera tomaba nota y observaba la sesión.

Instrumentos

La encuesta de actitudes frente al robo se adaptó de la realizada en el estudio de Bolívar et al. (2010). La encuesta adaptada quedó compuesta por 12 situaciones hipotéticas de robo, que variaban en el nivel de gravedad (vid. tabla 1). Los estudiantes debían responder qué tan grave les parecía la conducta de robo en cada caso (1 = “Nada grave”; 2= “Un poco grave”; 3 = “Muy grave”). Esta nueva versión de la encuesta no ha pasado todavía por un pro- ceso de validación. El alfa de Cronbach fue de 0.678.

Adicionalmente, se aplicó una escala sobre empatía adaptada de Chaux, Castro, Daza, Díaz & Hurtado (2004), y validada como parte del Módulo Latinoamericano de la Prueba Mundial de Educación Cívica de la IEA (Schulz, Ainley, Friedman & Lietz, 2011). El instrumento usado aquí incluye seis ítems referidos a casos hipotéticos (e. g., “¿Cómo te sientes si alguien que te cae mal se cae y se hace daño?”), en los cuales se pedía al estudiante que contestara cómo se sentiría al presenciar cada situación. Todas las situaciones implicaban acciones donde el estudiante debía imaginar que alguien que le cae mal se hacía daño, y tenían tres opciones de respuesta (1 = “me parece divertido”; 3 = “me da igual”; 3 = “me molesta”). El alfa de Cronbach fue de 0.817.

Las entrevistas individuales se realizaron siguiendo una guía adaptada por los autores, a partir de la guía usada por Bolívar et al. (2010). La adaptación usada aquí estaba compuesta por 14 preguntas abiertas, que indagaban por diferentes aspectos relacionados con las dinámicas de robo 1: si los robos se cometen de manera individual o grupal; si existen roles dentro de los grupos que roban; qué estrategias y formas de robo existen en el colegio; cuándo y dónde ocurren los robos; cuáles objetos se roban, y tipos de víctimas. De manera adicional, se preguntaba a los estudiantes si ellos conocían o eran amigos de alguien que hubiera cometido un robo. Al final de la entrevista se indagaba al estudiante si alguna vez había participado en un robo, y en caso de que fuera así, se profundizaba más al respecto. También se incluían preguntas sobre las reacciones de padres, compañeros, docentes y directivos después de que sucedía un robo. La duración promedio de las entre- vistas fue de 20 minutos.

Finalmente, las preguntas del grupo focal fueron muy similares a las de las entrevistas. Para evitar señalamientos, en este caso no se preguntó a los estudiantes si ellos habían participado en robos. Las preguntas fueron más específicas y estuvieron centradas en indagar por aspectos más puntuales. E. g., si ocurrían robos en las rutas del colegio o si había requisas en los salones después de la ocurrencia de un robo. Se realizó un grupo focal en cada grado, y la duración fue de una hora en promedio.

1 La guía completa se puede conseguir solicitándola virtualmente al primer autor del estudio.

Análisis de datos

Los datos recogidos en las encuestas fueron analizados de manera cuantitativa. Se calculó un pro- medio de actitud frente al robo para cada uno de los estudiantes, el cual fue utilizado para la selección de los alumnos que se entrevistarían y participarían en los grupos focales. Para estudiar diferencias entre 4.º y 7.º, y entre hombres y mujeres, así como la interacción entre sexo y curso, se realizaron ANOVA. Adicionalmente se hizo una correlación para inda- gar si existía alguna asociación entre las actitudes frente a los robos y los niveles de empatía de los estudiantes. Para este análisis se invirtió la variable de actitudes frente al robo, para que un mayor valor indicara una actitud más favorable ante el robo.

Para analizar la información recogida en las entrevistas y grupos focales, se definió inicialmente una lista de categorías tentativas basadas en investigaciones previas en el tema. Después se realizó una codificación de los datos usando estas categorías, se modificaron algunas de ellas, con base en los da- tos recogidos, y se definieron subcategorías que no estaban previamente definidas. Los resultados cualitativos se presentan siguiendo la estructura final de las categorías, las cuales aparecen en la tabla 1.

Resultados

Actitudes frente al robo

Los resultados de la encuesta de actitudes sobre el robo muestran que la mayor parte de los encuestados presentaron actitudes desfavorables frente al robo. Como se puede ver en la tabla 2, la mayor par- te de las respuestas estaban entre un poco grave y muy grave. El promedio general fue de 2,49, que está también entre un poco grave (codificado como 2) y muy grave (codificado como 3). La tabla 2 también permite evidenciar que las preguntas que más rechazo generaron fueron las que se refieren a un robo planeado y al uso de la violencia para robar (preguntas 2 y 8). Por otro lado, las preguntas que menos rechazo generaron fueron aquellas en las que implícitamente se justifica el robo si la víctima es adinerada o tiene muchos objetos (preguntas 4 y 9; vid. tabla 2). Al hacer un análisis de varianza para comparar las actitudes frente al robo entre cursos (4.º vs. 7.º) y sexos (hombres vs. mujeres), no se encontraron diferencias significativas. Tampoco se hallaron interacciones significativas entre sexo y curso. (Tabla 2).

Con respecto a la variable de empatía, la mayor parte de los estudiantes respondieron que les da igual o les molesta si le pasa algo negativo a alguien que les cae mal. El promedio fue 2,48 (desviación estándar de 0,06), que se encuentra entre el valor para "Me da igual" (codificado como 2) y "Me molesta" (codificado como 3). Adicionalmente, se encontraron niveles más altos de empatía entre los estudiantes de 4.º que entre los de 7.º, y entre las mujeres más que entre los hombres (vid. tabla 3).

Además, se encontró una correlación negativa y significativa entre las variables de actitud favorable frente al robo y empatía
(r = –0,347; p < 0,001). Es decir, entre menos empatía demuestran los estudiantes, menos grave ven el robo.

A continuación se presentan los resultados del análisis cualitativo de las entrevistas y los grupos focales. En los lugares en los cuales sea pertinente, relacionamos también estos resultados cualitativos con lo encontrado en las encuestas.

Roles entre los involucrados: ¿Se roba en grupo o individualmente?

La mayor parte de los participantes, en especial los de 4.º, dijeron no conocer a los autores de los casos de robo relatados. En aquellos en los que reportaron conocer al autor del robo, en su mayoría fueron realizados de forma individual, tanto en 4.º como en 7.º:

“El más buscado, el más ladrón, fue el que me robó los gogos […]. En el mismo grado le robó una tec tec, una patineta, a un niño […], y sí, siempre lo hace solo” (niño 4.º). “Un niño siempre me molesta y todas las veces me ha intentado robar […]. En segundo, en las canchas de fútbol, al final del día uno dejaba [las maletas] en las graderías. Como él supuestamente estaba lesionado, se quedó solo con todas las maletas, entonces… tenía el celular de un niño, el iPod de un niño, mis gogos y el álbum del mundial” (niño 4.º). “Creo que lo hizo sola, pues como tenía cierta confianza con las amigas y todo eso, pues le quedó fácil” (niña 7.º).

En los pocos casos en los que se mencionó un robo grupal, la mayoría de las veces los roles y la organización no fueron claramente especificados o los estudiantes dieron poca información acerca de los roles que asumen en casos de robo. Sin embargo, hubo unos casos en los que sí se explicó una organización grupal, en especial en 4.º:

“Entonces en 2.º yo tenía unos amigos, que ellos hicieron un grupo que se llamaba los roba gogos. Entonces ellos como que, uy, tengo gogos repetidos, ¿quieres cambiar conmigo? Entonces las personas ponían todos los gogos ahí y los regaban. Entonces como que los cogían... cogían uno, pum, y salían corriendo” (niño 4.º; G. F.2). “Teníamos un dado, el que sacaba menor coso es el que iba y cogía las cosas. Yo saqué el menor” (niño 4.º).

En 4.º se mencionaron algunos casos en los que se presentó el rol de vigilante:

"Uno vigilaba, ¿no?, y los otros buscaban por las maletas” (niño 4.º; G. F.).

Hubo un caso en el que se evidenció el rol del líder, cuando un niño de 4.º explicó:

“Un niño que estaba en el salón nos dijo que a los que participaran les iba a dar algo, pero no, nunca nos dio nada”.

Estrategias de robo: Si nadie me ve o me lo encuentro, lo puedo coger

Es común, según los estudiantes, que se roben los objetos cuando nadie se da cuenta. Quienes roban, sacan objetos de las maletas o cogen cosas que están fuera de la vista de su dueño. Los participantes en 4.º relataron que en sus salones entran a robar cuando no hay nadie:

“Pues básicamente es con las maletas, ¿sí? Es como que, por ejemplo, que uno tiene un celular nuevo o algo así, y entonces lo están viendo, y cuan- do nos dicen que dejemos las maletas todas en un lugar, pues llegan a abrir maletas y pues se roban algo” (niña 7.º). “En el descanso de la mañana es en donde más, porque hay salones que los dejan abiertos, entonces los niños se entran y se hacen como los que van a buscar algo en su maleta” (niña 7.º; G. F.). “En el descanso otras personas, que se entran a veces por la ventana, como son las ventanas bajitas, en 4.º, ¿sí? Entonces abren la ventana y se meten y abren la puerta y ya” (niña 4.º).

Es habitual el robo de objetos que se encuentran abandonados. Algunos estudiantes admitieron haber cogido objetos de las cajas de cosas perdidas o haber conservado objetos que se encontraron y no les pertenecían. Los alumnos afirmaron que hacen esto con frecuencia, porque tienen la oportunidad o porque en ese momento necesitan el objeto:

“Pues una vez cogí un saco, porque no tenía; entonces, fui a objetos perdidos y cogí uno que no estaba marcado” (niña 4.º). “Había cajas de cosas perdidas antes, en los salones, y pues sí, yo veía un marcador bueno, como un sharpie, pues yo lo cogía” (niño 7.º). “Eso pasaba mucho, la gente cogía lápices, marcadores… Además, no era que le robaran a uno directamente, sino lo cogían de objetos perdidos, entonces es más normal” (niña 7.º). “Se ve muy a menudo […] hay cajas de cosas perdidas, pero en vez de ponerlas ahí las cogen y dicen bue- no, nadie la está usando, no está marcada, la marco y ya es mía” (niña 7.º). “Mi mamá me dijo que cogiera cualquiera [saco] que no estuviera marcado… qué iba a saber si era mío, si el mío tampoco estaba marcado… pues qué importa; igualmente, quién va a saber de quién es un saco no marcado” (niño 4.º).

En los testimonios anteriores se evidencian algunas justificaciones, como, e. g., considerar que no es un robo coger algo que saben que no es de ellos, si nadie lo está usando o si se encuentra en objetos perdidos. Al parecer, desde su perspectiva, un robo solo ocurre cuando el objeto en cuestión tiene un dueño identificado. Por otra parte, en uno de los re- latos anteriores se observa cómo apropiarse de objetos que no tienen dueños identificados parece ser justificado y promovido por una madre de familia.

Los resultados de las encuestas también indican que la mayoría de los estudiantes participantes parecen considerar válido apropiarse de objetos que no tienen dueños identificados. De hecho, como puede verse en el ítem 7 de la tabla 2, el 72% respondieron que es nada grave o poco grave coger un saco nuevo tirado en el piso del salón y quedarse con él.

Los participantes mencionaron también que algunos estudiantes piden objetos prestados, generalmente útiles escolares o dinero, y nunca los de- vuelven:

Dos estudiantes, uno en 4.º y otro en 7.º, relata- ron que también ocurren casos donde el ladrón pide directamente a la víctima que le entregue el objeto. En ambas situaciones la petición estuvo acompaña- da con amenaza verbal:

"Entonces a él le gustan mucho [se refiere a unos dulces], entonces él me dice dame la bolsa o le digo a la profesora que tú hiciste esto, esto, esto, y es mentira. O sea, miente para que le dé todo” (niño 4.º; G. F.).

Cuando se preguntó de manera explícita, los estudiantes afirmaron que en su colegio los robos no están acompañados por agresión física ni amenaza con armas:

“No, no, atraco nunca, atraco no” (niño 7.º). Entrevistadora: "¿Se hacen atracos?". Niña: "Ush, no. se hace a escondidas” (niña 7.º).

Estas respuestas son coherentes con lo encontrado en las encuestas, que mostraron un rechazo casi total al uso de la amenaza para robar. De hecho, el 98% de los estudiantes calificaron como muy grave amenazar “con pegarle a una compañera si ella no les da parte de su almuerzo” (vid. ítem 2, tabla 2).

Intención: ¿Por qué roban? “Para quedárselas, porque las quieren”

Durante las entrevistas los participantes relataron que, en general, los objetos son robados para uso personal. En algunos casos los estudiantes se apoderan de algo que no les pertenece porque les parece llamativo, y en otros, porque en el momento necesitan el objeto en cuestión:

“Generalmente se lo van rotando entre amigos; entonces, por lo menos digamos yo me robé un tajalápiz; entonces yo se lo doy a mi amigo para que lo use mañana, entonces mi amigo se lo da al otro y luego así, entonces vamos rotando y compartimos entre ellos una cosa que no les pertenece” (niña 4. º). “Para uso personal, no […] no creo que las ven- dan, es para uso personal” (niño 7.º). “Para quedárselas, porque las quieren […], por celos, porque él la tiene y yo no, entonces yo la quiero” (niño 4.º).

Las entrevistas también mostraron que el hecho de necesitar el objeto parece ser para algunos una justificación adicional:

“Por lo general yo sólo cogía cosas que necesitaba; entonces si necesitaba un lápiz, cogía y buscaba un lápiz en la caja de cosas perdidas, objetos perdidos…”. Entrevistadora: “Entonces pues no te sentías mal, decías bueno, necesito, pues qué importa, es solo un lápiz”. “Sí, exacto… sólo cogía lápices y esferos” (niño 7.º).

Otro motivo por el cual mencionan que se cometen robos en el colegio es para hacer daño a otro estudiante. Esta intención fue más frecuente en 4.º que en 7.º. Adicionalmente, un estudiante de 4.º mencionó que roba porque le produce placer. Dentro de las intenciones mencionadas por los estudiantes no estuvo robar cosas para venderlas:

“Sacos sí, pues no los cogen para ellos, sino los cogen y los botan o los esconden” (niño 4.º). “No es porque sea chévere sino, pues, porque… siempre me involucro en esas cosas porque quiero robarle a esa persona, o pues algún compañero quiere robarle a esa persona porque le tiene un rencor por detrás” (niño 7.º). “O a veces las roban solo para dañarlas” (niño 4.º).

Los participantes relataron que en algunos casos, cuando los estudiantes que roban van a ser descubiertos, se deshacen de los objetos, dejándolos abandonados:

“Muy rara vez se encuentran los objetos, pero después de que los profesores hablan con los alum- nos, los encuentran en la basura o tirados” (niño 4.º). “Le pidieron al consejo de clase que nos preguntara y que nos revisara, a ver si alguno tenía el celular. al final lo encontraron, o sea, lo encontraron tirado por ahí” (niño 7.º).

Momento y lugar: ¿Dónde y cuándo se roba más?

Clases: Lo que pasó mientras me salí del salón

Los participantes mencionaron que, más que en una clase en particular, los robos con frecuencia ocurren en aquellas clases que requieren abandonar el salón. Los que participaron relataron que los robos ocurren cuando se cambia de una clase a otra o a descanso, y cuando al salón que antes ocupaban ellos es ocupado por estudiantes de otros cursos:

“Normalmente cuando, digamos, hay actividades de coliseo, que hay que dejar las maletas [en el salón], ahí se ve mucho” (niña 7.º). “Nosotros estábamos en otro salón que no era nuestro salón base, y tenía una plata guardada en su maleta, y llegaron unos niños de 5.º y a muchos compañeros les resultaron perdidas muchas cosas” (niña 4.º). “Yo estaba estudiando, y eso, y bueno ya se acabó la clase, me fui y se me olvidó la cartuchera, y me devolví y, eh (…) creo que fue alguien de otro curso” (niño 7.º).

De igual manera, mencionaron que con frecuencia los robos se producen dentro de las clases mis- mas, aprovechando los momentos en que nadie está mirando las maletas, los útiles o las pertenencias:

“Por ejemplo, en educación física estamos distraídos con actividades que nos ponen, y nos distraemos, y luego cuando regresamos, ya no hay iPods, chaquetas, celulares” (niño 4.º). “Es que hay unos profesores, se van o los llaman, y ahí en ese tiempo todos comenzamos a jugar, y ahí nadie está pendiente de sus maletas ni nada” (niño 4.º). “Por lo general es en clase […] cuando el profesor está también despistado, uno ve que alguien le coge algo al otro […] y uno no se da cuenta” (niño 7.º). "Pasa más en clases, casi siempre al final de la clase, cuando uno está empacando […]. Se presenta en general en todas las clases” (niño 7.º; G. F.).

Los participantes relataron que los robos también ocurren cuando se cambia de una clase a otra, y cuando el salón, previamente ocupado por ellos, lo ocupan estudiantes de otros cursos.

Descansos: Mientras unos jugamos, otros robamos

Los participantes reportaron que es común que los robos sucedan en los descansos, puesto que estos son momentos en los que se puede entrar a los salones o quedarse en ellos sin vigilancia. En 4.º grado esto ocurre con mayor frecuencia, dado que los estudiantes dejan las maletas dentro de los salones. En cambio, en 7.º los estudiantes llevan las maletas consigo, y los robos suceden cuando ellos mismos las descuidan durante el descanso:

“Pasa en los descansos, cuando se dejan las maletas dentro de los salones, que, digamos, las personas saben que alguien trajo algo importante, y pues se lo cogen para ellos” (niña 7.º). “Podría decirse que más en los descansos, porque la gente se va a hacer sus cosas y deja las maletas ahí” (niño 7.º). “Cuando los niños salen al descanso o eso, se entran al salón, y pues las maletas ahí las abren y miran a ver qué tienen” (niño 4.º). “La mayoría en los des- cansos” (niño 4.º; G. F.). “Cuando las ventanas están abiertas, de los salones, las personas se meten por las ventanas y a veces empiezan a esculcar maletas, a ver qué se encuentran” (niño 4.º; G. F.).

Aunque la información recogida indica que los robos se presentan a menudo en los salones cuando no hay nadie en ellos, los resultados de la encuesta de actitudes sugieren que esto genera un alto re- chazo en los estudiantes, por lo menos cuando se trata de aparatos electrónicos. De hecho, el 98% de los estudiantes respondieron que les parecía muy grave si, durante el descanso, un estudiante ve la puerta abierta en un salón y entra, revisa “algunas maletas buscando aparatos electrónicos que pudiera coger” (vid. ítem 8, tabla 2).

Casilleros: La clave, ni segura ni secreta

A partir de las entrevistas realizadas fue posible identificar los casilleros como un espacio frecuente de robos. Esto se da, en parte, por la multiplicidad de métodos de acceder al contenido allí guardado: forzar el candado, buscar o tener conocimiento de la clave y acceder a aquellos cuyos dueños han dejado abiertos:

“Pues a veces uno empieza a abrir los lockers, intenta mirar la clave, y a veces uno atina la clave y abre el locker y, digamos, a veces sí se coge cosas del locker” (niña 7.º). “Resultó que una amiga me los había cogido [dulces], me los había sacado, pues yo nunca le di la clave del locker, no sé cómo lo hizo, y los sacó” (niña 7.º; G. F.). “Algunos tienen las claves de los lockers de sus mejores amigos, entonces cogen, a veces abren los lockers” (niña 4.º; G. F.).

Rutas escolares: Otro espacio para robar rodando

Durante las entrevistas, algunos participantes reportaron que otro espacio en el que ocurrían los robos eran las rutas escolares. Este parece ser un espacio menos común en el que se llevan a cabo los robos:

“O también a veces pasa en las rutas” (niño 4.º; G. F.). “Ay, sí, en las rutas” (niño 4.º; G. F.). “Yo dejo unas cosas ahí [en mi puesto], mi compañero llega, se sienta y las coge, y después […] disimulando, diciendo que él no es” (niño 4.º; G. F.). “En los buses… pues hay veces celulares, a veces uno los deja por ahí en el bus, a veces se pierden” (niño 7.º). “A veces pasa en las rutas, si a uno se le cae algo, no aparece jamás” (niño 7.º; G. F.).

Extracurricular: El robo no termina cuando la clase culmina

En una entrevista individual, uno de los estudiantes mencionó que en el horario extracurricular, en el que se desempeñan actividades académicas y deportivas adicionales, ocurrían robos. Al profundizar en los grupos focales, se encontró que, efectiva- mente, ocurrían con alguna frecuencia:

“A un amigo, él dejó la maleta, o sea, había poquitos en el colegio porque era ya después de que se había acabado la jornada, él dejó la maleta por acá cerca y ni idea, nunca apareció” (niña 7.º; G. F.). “Yo estaba pues jugando fútbol, y como yo me que- daba a lúdicas por la tarde, entonces pues yo había traído un balón y estaba nuevo, yo lo había dejado en el arco, en la cancha, y unos niños de bachillerato llegaron […]. Y pues yo vi unos niños de bachillerato con el mismo balón, pero yo no les dije nada” (niño 4.º; G. F.).

Tipo de víctima: Olvidadizo o mostrón, el blanco del ladrón

Los estudiantes entrevistados mencionaron que es más común que les roben a los estudiantes que dejan olvidadas sus pertenencias y a quienes llevan muchos objetos de valor al colegio y los muestran. Algunos también indican que a los más distraídos los roban más.

“A las personas que traen muchas cosas; además, casi siempre es porque esa persona siempre muestra… el lunes trae el ipod, el martes el blackberry, el miércoles el ipad, y así todos los días” (niña 7.º). “La gente que más cosas tiene para traer, no la que más cosas tiene normalmente sino las que más las muestran, las que traen y dicen: yo tengo un nuevo ipad y tengo el viejo…” (niña 7.º). “A los ricachones” (niño 4.º; G. F.). “A los que tienen más cosas que son chéveres, como cosas nuevas...” (niño 4.º; G. F.). “Digamos, a las personas que son como despistadas, así pues también les roban, pues porque son despista- das” (niña 7.º). “Le pasa más a la gente que, digamos que no es tan precavida, o que es muy... distraída, ¿sí? Que no tiene cuidado de sus cosas” (niño 7.º). “Pues depende de la persona, que ven más distraída o que es más vulnerable” (niño 4.º).

La encuesta de actitudes presenta dos ítems con situaciones similares a las relatadas por los estudiantes en el segmento anterior. Una de estos, “Mira le roba un solo marcador a un compañero que tiene muchos marcadores”, fue la segunda con menor rechazo entre los estudiantes (solo el 15% respondieron que es muy grave). En contraste, otro ítem de la encuesta, “Al no le roba solamente a quienes tienen mucho y les sobra”, generó poca aceptación entre los estudiantes (51% respondieron que es muy grave; vid. tabla 2). Es posible que la diferencia entre estos dos ítems se deba a que en el primer caso es el robo de un solo objeto de poco valor a alguien que tiene muchos del mismo tipo, mientras que en el segundo la conducta de robo es sistemática y no se aclara el tipo de objetos que se roban.

En ocasiones también le roban a quienes prestan sus objetos personales, a los niños que son menos populares o tienen pocos amigos, y a los estudiantes de grados menores:

“Sí, por ejemplo, a un compañero que le robaron la calculadora, pues él es muy buena gente, él es muy buena persona, pero… él presta mucho las cosas” (niño 7.º). “Hay niños que piden cosas prestadas y no las devuelven” (niño 4.º). “Pues la mayo- ría [roba] a los niños, a los pequeños” (niño 7.º). “Si alguien es de un grado mayor y ve que alguien de un grado menor dejó algo, pues lo coge” (niño 7.º). “Bueno, yo creo que en cada curso hay como una persona que es el excluido, sí. Pues solo lo tienen de amigo por sus cosas. Entonces le van cogiendo sus cosas de la cartuchera sin permiso, le dicen apodos por sus características físicas y entonces le empiezan a coger las cosas sin permiso” (niña 4.º).

También pueden robar a amigos, como lo admitió un estudiante:

“El que va a planear todo elige a los más amigos de él […] porque, si escoge a otra persona cualquiera, esa persona va a inculparlo. Pero los amigos no tanto” (niño 4.º).

Objetos: Desde útiles escolares hasta sacos y celulares

Los estudiantes reportaron que se roban una gran variedad de objetos. Los que reportaron con mayor frecuencia, tanto en 4.º como en 7.º, son, en primer lugar, los útiles escolares, y en segundo término los aparatos electrónicos:

“A comienzo de año se me perdió la cartuchera… al comienzo la tenía muy llena, no tenía nada cuando la encontré” (niño 7.º). “Sí, [he cogido] borradores que me encuentro… que me encuentro en los salones y en los pasillos” (niño 4.º). “De robar, por ejemplo, roban cosas básicas, como un marcador o una hoja, o stickers, cosas así” (niña 4.º); “ipods, iphones. Todo lo de valor, como ipods, iphones y esos, Blackberries, esas cosas” (niño 4.º). “Cuando estaba en primaria, a un amigo le robaron el psp” (niño 7.º). “Cosas electrónicas, celulares, ipods, ipads, psp, a mi casi me roban también mi psp” (niño 4.º).

Hay otras cosas que roban frecuentemente, como prendas del uniforme, juguetes y en algunos casos dinero:

“Uy, las chaquetas, los sacos, sí, también [se los roban] harto” (niño 7.º). “Una niña tenía dinero en el carnet... y otro niño le cogió el carnet y fue a sacarle todo el dinero y se lo gastó” (niño 4.º). “Ehh, sí, sacan las cosas de adentro y devuelven la billetera, pero sin el dinero. Pero después de un tiempo lo de- vuelven, después de dos horas, pero lo devuelven… pues tal vez en algunos casos no devuelven mil [pesos], pero lo hacen muy disimulado, entonces no se nota” (niño 7.º). “Ah, pues la mayoría pues [roba] juguetes, porque todo el mundo necesita algunos juguetes” (niño 4.º).

Adicionalmente mencionaron otros objetos, como comida, tareas, libros y otros objetos de valor, como relojes, entre otros:

“Roban de todo” (niña 4.º). “Ella sabía la clave del locker de una amiga, entonces abría el locker y la niña pues tenía gomitas en el locker, entonces ella pues cogía, abría el locker y le sacaba gomitas” (niña 7.º). “A veces pasa lo mismo pero con tareas… con tareas, y es que a mí una vez me pasó, y es que yo dejé una tarea ahí, de una guía (…) y pues esa tarea era para la última hora, entonces pues yo cuando llegué en la última hora vi que no estaba la tarea y entonces me imagino que el que robó la tarea borró el nombre y puso el de él y fue como si él hubiera hecho la tarea” (niño 4.º; G. F.).

Reacciones: cuando hay robos,¿qué se hace?

Reacciones de estudiantes: Denunciar o no denunciar, ese es el dilema

Según los relatos de los estudiantes, en 7.º parecen denunciar más que en 4.º. La forma en que más reportaron denunciar los estudiantes de 7.º es diciéndole al profesor. En algunos casos mencionaron contar o preguntar a compañeros y amigos, y en muy pocos ir a objetos perdidos. Cuando no denuncian, que es en pocos casos, los estudiantes mencionan tres razones: porque no sirve de nada, por amistad con el que robó o por miedo:

“Pues primero vamos donde el profesor o la profesora, donde un profesor cercano. Si es en clase, pues el profesor con el que tienen clase. Y luego pues buscamos ayuda con el director de [disciplina y psicología] y principalmente él se encarga de descifrar el asunto con el personero o la personera” (niña7.º). “Antes lo hacían [denunciar], pero como ya es tan común, ya pocas... ya el estudiante cree que no puede volver a tenerlo” (niña 7.º). “Uno le dice al profesor o a los compañeros, y a muchas personas les da igual. Pero pues si todas se ponen a buscarlo y de verdad lo buscan, no como revisar así: no, no encontré; sino buscarlo de verdad, creo que sí se- ría como mejor” (niño 7.º; G. F.). “Ellos mismos las dejan pasar por no ser sapos (…) para no quedar mal con la gente” (niño 7.º).

La alta frecuencia percibida de estos casos ha llevado a que el robo sea visto por algunos como algo común dentro de la institución, como un evento cotidiano de poca gravedad o un acto aceptado, como una acción que hasta puede generar una reacción de indiferencia o aceptación:

“Se ha bajado el nivel de gravedad porque ya es común, o sea, la gente ya es ahh, me robaron, ¿qué hago? A la gente le parece menos grave” (niño 7.º). “Se ve mucho, o sea, uno no lo toma, lo toma como, lo del borrador uno lo toma como ah (levanta hombros mostrando indiferencia), pero pasa mucho, mucho, mucho” (niña 7.º).

La razón principal por la que los estudiantes de 4.º dicen que no denuncian es por miedo, mientras que dan poca información acerca de las otras razones por las que no denuncian. Cuando lo hacen, que es en pocos casos, lo más común es contarle al profesor, y en algunos casos le preguntan a compañeros y amigos:

“A mí me da miedo decirle a la profesora, por- que luego esa niña me hace algo malo a mí” (niña 4.º; G. F.). “Bueno, pues algunas veces, por ejemplo, si digamos mi amiga se roba algo, entonces, por ejemplo, yo le digo que le voy a decir a la profe. Entonces ella dice como que: si le dices yo le digo tal cosa que tú hiciste que también es mala”. Entrevistadora: “Ah, los amenazan para que no digan”. “Sí” (niñas 4.º; G. F.). “O algunas veces cuando uno le dice a la persona y le dice a la profe, entonces la persona se pone brava o lo humilla o le dice algo y lo ofende”. Entrevistadora: “¿Entonces ustedes creen que por eso muchas personas dejan de decir?”. “Sí” (niño y niñas 4.º; G. F.). “No, primero uno trata de ver si a uno se le cayó o algo, luego le pregunta a un profesor si lo ha visto, que si le puede colaborar avisándole a los demás, y si no se encuentra pues ahí uno habla con los papás” (niña4.º). “Le dije a la profesora, entonces él me lo de- volvió” (niño 4.º).

Una niña habló de un caso en el que la denuncia se realizó a través de internet:

“Hay mucha gente que… digamos, se me perdió el celular, haz de cuenta, entonces en un correo pone toda primaria y manda ‘compañeros, quiero contarles una pérdida de un celular (…)’. Como cada uno tiene su correo del colegio, entonces lo mandan por ahí (…) ponen todo primaria” (niña 4.º).

Reacciones de los compañeros: “Hay unos que sí se preocupan”

En cuanto a las reacciones de los compañeros, los estudiantes entrevistados tampoco proporcionaron mucha información al respecto. Dentro de la poca información obtenida, se encontró que en ambos cursos los compañeros algunas veces ayudan y otras no:

“¡No, los ayudamos! Este, miramos por todos lados, buscamos” (niña 7.º). “Pues cuando un niño dice: me robaron tal cosa, todos empezamos a bus- car en las maletas. Pues los que quieren, ¿sí?, porque hay unos que les da pereza, entonces le piden a un compañero que la revisen” (niño 4.º). “Pues a mucha gente pues no le interesa, a menos pues si es la persona a la que le han robado, pues de pronto ellos buscan, no sé, debajo del pupitre o algo así, pero no le dan mayor importancia” (niña 4.º).

En el grupo focal los estudiantes especificaron que los compañeros ayudan especialmente cuando le roban a un amigo de ellos:

“Hay unos que sí se preocupan”. “Sí, los amigos generalmente”. “Sí, pero los otros te echan en cara que no hagas escándalo, que…”. “Sí, te gritan muy feo, te gritan ‘cállese…’ ”. “Pues cuando se pierde algo también intentamos buscarlo, entonces era una clase antes del descanso, y pues buscamos de mala gana, porque pues era antes del descanso” (niños y niñas 7.º; G. F.).

Reacciones del colegio: Y mientras esto sucede, la institución…

En cuanto a las reacciones del colegio, se encontró que en 7.º hay diferencias entre los cursos en cuanto a las requisas. En unos cursos requisan mucho y en otros nada. Esto se aclaró mejor en el grupo focal de este curso:

Entrevistadora: “O sea que es común que les hagan requisa”. “No”. “Pues en mi salón sí. Pues digamos a él se le perdió la calculadora, una chaqueta, un paquete de papas, y nos hicieron desocupar la maleta a todos, nos revisaron todo” (...). “En el mío nunca han hecho ninguna requisa”. “En el mío sí” (niños y niñas 7.º; G. F.).

En algunos casos mencionaron que las requisas las realizan los mismos estudiantes, y se encubren si son amigos:

“Las requisas te requisan los mismos estudiantes, entonces…”. “Si yo soy el que requisa y ella es mi amiga, o sea, yo sé que ella tiene el celular y se lo siento acá [refiriéndose a que se da cuenta que tiene el celular en su bolsillo, pero no dice nada]” (niñas 7.º; G. F.).

Las requisas son menos comunes en 4.º que en 7.º. A pesar de que se enteran cuando algo se ha perdido, los estudiantes sienten que los profesores responden muy poco a la situación:

Entrevistadora: “¿Los profesores se enteran cuando se pierde algo?". "Sí, claro". "Todas las veces". Entrevistadora: "¿Y qué pasa cuando ellos se enteran?". “No, pues hablan con todos los cursos. Les dicen como que: por favor, si alguien ha visto esto, por favor, entréguelo" (niños 4.o; G. F.). "Yo le dije a una profesora, pero pues nunca hace nada”. “Pues, o sea, yo le dije y me dijo que buscara” (niñas 4.º; G. F.).

Los estudiantes de 7.º hablaron muy poco de sanciones específicas:

“Sí, pues no sé bien cuál es la sanción, pero sé que los sancionan” (niña 7.º). “Miran si tiene eso, y si lo tiene lo llevan a [coordinación de disciplina y psicología], y le aplican, pues, el castigo correspondiente” (niña 7.º; G. F.).

Los estudiantes de 4.0 especificaron más acerca de las sanciones. En ambos grados, cuando hay sanciones, casi siempre tienen que firmar el libro de registros:

"Sí, lo llevaron a firmar [el libro de registros] y lo suspendieron dos días” (niño 4.º).

Por último, varios estudiantes comentaron que muchos profesores piensan que generalmente no se puede presumir que es un robo, sino que la mayoría de veces es una pérdida.

“Primero dicen [los profesores] que tienen que buscar todo y que no es un robo sino una pérdida, ¿sí? Tú le dices ay, es que me robaron; él dice que no, que eso es estar prevenido, que de pronto lo perdió y que uno no puede juzgar a nadie, no sé qué, entonces que busque en todos los salones. Y si no aparece, pues ahí sí no pueden hacer nada, pues creen que fue que lo perdió, no que se lo robaron” (niña 7.º).

Algunos estudiantes reflexionaron sobre las implicaciones a largo plazo que tienen las respuestas institucionales pasivas:

“Nos están formando como personas, y esas cosas pequeñas luego se pueden pasar a cosas más grandes, y cuando estemos más grandes podemos coger cosas, hacer cosas que no deberíamos… Si no me sancionan, si no saben cómo corregirme, yo creería que cuando esté más grande puedo hacer algo más” (niña 7.º).

Reacciones de los padres: Hay papás a los que no les importa, hay otros a los que sí

Los estudiantes aportaron poca información sobre las reacciones de los padres. Se relató de padres de víctimas a los que les importa mucho, y de otros a los que les importa menos, y en muy pocos casos se habló de padres que recurrieran al colegio:

“Hay papás que no les imp… o sea que no, que bueno, ya, se perdió. Hay otros que sí… digamos una, con el celular de la, que se… que nunca se supo dónde quedó, los papás de ella sí se pusieron furiosos; digamos los míos dijeron como, pues si tú traes algo al colegio debe ser tu responsabilidad cuidarlo, entonces ya no puedes, o sea, inculpar…” (niña 7.º; G. F.). “Entonces le dije a mi mami que me habían robado, y mi mamá se preocupó y me dijo que tenía que tener más cuidado (…) [pero no vino al colegio ni nada]” (niña 4.º).

Algunos niños que mencionaron haber robado hablaron sobre la reacción de sus padres:

Entrevistadora: “O sea, ¿tu mamá te ha preguntado alguna vez que de quién es eso?”. “Sí (…) Un día me hizo devolverlo y yo lo eché en el locker, nunca lo devolví” (niño 4.º).

Emociones: Si al que le robo se pone triste, yo también. Pero si se pone bravo, yo me pongo feliz

Distintas emociones fueron expresadas por los estudiantes con respecto a los robos. En el caso de las víctimas, se reportaron sentimientos de angustia por haber sido robados, de decepción y enojo consigo mismos por haber sido descuidados, de tristeza y malestar general por la situación:

“[Sentí] como rabia, aunque sabía que fue mi culpa por haber perdido mi cartuchera, por no haberla cuidado. rabia porque no tenía nada, tenía que volver a comprar todo” (niño 7.º). “Pues digamos que [me sentí] pues mal porque sí, porque me sentía impotente de que no podía recuperar mi cartuchera, no podía trabajar y me sentía molestado entonces." (niño 7.º). “Me da rabia, porque el que me robó me cae re-mal” (niño 4.º). “[Me siento] confundido, me parece mal” (niño 4.º). “¿Por qué me lo hicieron, yo qué les he hecho?" (niño 4.º).

En dos casos, el robo vivido había generado ya un sentimiento fuerte de desconfianza:

“Mi amigo es el bolsillo, todo lo guardo ahí y todo lo guardo ahí para que no se me caiga y no me metan la mano” (niño 4.º). “De cierta manera tris- te, porque era un compás muy bueno. pero pues mi mamá me lo compró y yo me preguntaba: ¿Será que no lo cuidé lo suficiente? ¿Será que.? Siempre viene el 'será que', pero pues yo estaba pensativo y no tan preocupado... pero pensativo, voy a guardarlo más, voy a cuidarlo más, no lo voy a prestar tanto” (niño 7.º).

Algunos estudiantes que durante la entrevista mencionaron haber robado, dijeron que sentían orgullo y diversión si el robo era en broma:

"Pues. jaja.. realmente sí me sentía como 'qué chévere'. digamos cuando cogía algo, y entonces la otra persona sabía que uno la tenía, y entonces uno se la empezaba a pasar al otro. cuando es un chiste, aunque ahora me doy cuenta que está mal. yo sí sabía que estaba mal hecho, pero lo hacía por entretenerme” (niño 7.º).

Resulta interesante mencionar el caso de un estudiante que aceptó tener sentimientos diferentes según la reacción de la víctima:

“Si al que le robamos empieza como a llorar me pongo triste, yo también, pero si se pone bravo, por'dónde están mis cosas' (hace entonación de bravo, como representando la situación), yo me pongo feliz” (niño 4.º).

Igualmente, pueden sentir indiferencia si el robo era de objetos encontrados sin dueño aparente:

“Pues a veces no importa, pues estaba botado, entonces no importa” (niña 7.º). “No les parece muy grave. Grave sería un atraco. Pero más o menos sí, porque cogieron algo que no era de ellos” (niña 7.º).

O pueden sentir miedo y tristeza si fue un robo intencional y fueron descubiertos:

“Él empezó a llorar porque lo habían descubierto y los papás lo iban a regañar” (niño 4.º).

Para un estudiante, la justificación del robo por parte de un compañero yacía en sus sentimientos de soledad:

“Cuando él paso a segundo se quedó forever alone. nadie estaba al lado, creo que por eso cometió, comenzó a robar” (niño 4.º).

Discusión

Los estudios sobre violencia escolar han mostrado de forma consistente que a un porcentaje muy alto de estudiantes de Bogotá les roban sus objetos con frecuencia en sus colegios, y que en los últimos años este fenómeno ha aumentado sustancialmente (Chaux, 2013). Además, esta alta frecuencia de robos parece estar presente de manera homogénea en todas las localidades de Bogotá. Estos resultados resaltan la importancia de realizar investigaciones que profundicen en el fenómeno y que permitan ayudar a comprender cómo se dan estas situaciones de robos, y cómo las interpretan los mismos estudiantes. Este estudio aporta a esta comprensión, analizando las actitudes y dinámicas relacionadas con los robos en un colegio privado de nivel socioeconómico medio-alto.

El estudio, efectivamente, mostró que los robos ocurren de manera muy cotidiana entre los estudiantes de este colegio. Hay robos de una enorme variedad de objetos, desde algunos con un valor mínimo, como borradores y lápices, hasta objetos electrónicos de alto valor. Sin embargo, en otros aspectos, los resultados contrastan en forma sustancial con lo encontrado en el estudio equivalente realizado por Bolívar et al. (2010) en un colegio público de nivel socioeconómico bajo y ubicado en una zona con elevada presencia de pandillas y violencia comunitaria. Mientras que los robos identificados en el estudio de Bolívar et al. (2010) tenían un alto nivel de planeación y eran realizados por grupos en los que existía una clara división de roles (vigilar, entrar al lugar a tomar el objeto, esconderlo, etc.), los robos establecidos en el presente estudio fueron hechos en su mayoría por individuos que actuaban de manera aislada, espontánea y con muy poca planeación. Mientras en el estudio de Bolívar et al. (2010) los objetos robados eran sacados del colegio para ser vendidos o entregados a pandillas con las que tenían conexión los estudiantes involucrados, en el presente estudio los objetos robados eran para uso personal y no para venderlos, lo cual sugiere que no había motivaciones económicas, y no hubo ninguna mención a pandillas en todo el estudio. Finalmente, mientras varios de los casos analizados en el estudio de Bolívar et al. (2010) involucraban armas y amena- zas de violencia, para obligar a los estudiantes víctimas a entregar pertenencias, no hubo ninguna mención a armas o de amenaza de agresión física en el presente estudio, y casi todos los robos ocurrieron a escondidas de los dueños de los objetos robados.

En resumen, los robos son muy frecuentes en ambos contextos, pero sus dinámicas difieren radicalmente. Las diferencias pueden estar relacionadas con que en un contexto hay un alto nivel de contacto con pandillas juveniles, que involucran a estudiantes en actividades delictivas desde muy temprano en sus vidas, mientras que en el otro no parece haber contacto con este tipo de grupos juveniles. Sin embargo, también pueden estar asociados otros factores, como posibles diferencias en el nivel de supervisión y aplicación de normas por parte de los profesores, o de los padres de familia, o diferencias en la valoración o rechazo frente a actos delictivos en diferentes contextos escolares, familiares o comunitarios. Estudios futuros podrían explorar con mayor profundidad estas hipótesis.

En términos generales, el robo es visto por los estudiantes como algo incorrecto. Sin embargo, existe un matiz de grises, dentro de los cuales se clasifican y justifican estos actos. Es decir, las actitudes y posiciones con respecto al robo varían, dependiendo del tamaño y el valor del objeto roba- do, al igual que el mecanismo o estrategia utilizada para cometerlo. Así, el robo de objetos pequeños y de uso diario, como borradores, lápices y esferos, es percibido como un acto de poca gravedad, como algo común, particularmente cuando estos son encontrados en los pasillos, en los salones y en los pupitres. En cambio, se observó una actitud de rechazo e indignación frente al robo de objetos de valor (como calculadoras, ropa, juguetes y aparatos tecnológicos) y ante los robos en los que el ladrón traspasa los espacios privados del estudian- te, como las maletas y los casilleros (lockers).

De manera similar a lo hallado por Bolívar et al. (2010), se encontró que los estudiantes consideran menos grave el robo si es dirigido a una víctima que tiene muchos recursos o que presume de las posesiones que tiene frente a los compañeros, lo cual se puede asociar con uno de los mecanismos de desentendimiento moral propuestos por Bandura (2002): la atribución de culpa a la víctima. El estudio también permitió identificar otras justificaciones que no habían sido observadas en la investigación de Bolívar et al. (2010), como, e. g., que no tener un objeto y requerir de él, es decir, tener la necesidad, hace que no sea tan grave robar, lo cual se puede asociar con el mecanismo de justificación moral de Bandura (2002).

Por último, al parecer algunos de los estudiantes consideraban justificable robar cuando era un objeto que alguien, en apariencia, había dejado descuidado, o que tomaban del lugar donde se guardan los objetos perdidos. Muchos de ellos no parecían conscientes de que de esa manera se estaban apoderando de algo que era de otros, es decir, estaban robando algo. Incluso, uno de los entrevistados contó que su madre le recomendaba ir al lugar de los objetos perdidos y tomar algo que necesitaba. Esta justificación parece asociada al mecanismo de minimización de consecuencias identificado por Bandura (2002), dado que podrían argumentar que al tomar un objeto aparentemente abandonado no le están haciendo daño a nadie.

El estudio también permitió desmentir lo que algunos profesores y directivas parecen argumentarles a los estudiantes: que es falso que haya tantos robos y que, en cambio, son en realidad pérdidas. Los reportes de los alumnos indican que sí hay una gran cantidad de robos en el colegio. Además, los mismos estudiantes manifestaron que ese argumento les genera malestar, porque así parece que se le asigna la culpa a las víctimas, por no ser suficientemente cuidadosas, en vez de atribuirle la responsabilidad a los que toman los objetos. Entonces, parece necesario que los profesores y directivas re- conozcan el robo como un fenómeno real y problemático, que requiere que las denuncias sean tomadas en serio, y que se adopten acciones concretas para prevenirlo y evitarlo.

Por otro lado, en general, el estudio mostró una percepción negativa de los estudiantes sobre la reacción institucional, en los casos en que sí se establecen situaciones de robos. Aunque algunos reconocen esfuerzos recientes por mejorar la situación, la mayoría mencionan que la institución en muchos casos se queda corta y permite, indirectamente, la incidencia de robos. E. g., mencionan que en ocasiones exigen requisas cuando hay una sospecha de robo, pero que muchas veces se realizan pidiéndoles a los mismos alumnos que revisen a sus compañeros, lo cual facilita que entre amigos se encubran. Además, según los estudiantes, no hay consistencia en la aplicación de sanciones. Cuando se descubren casos de robos, a veces hay suspensión de los involucrados, pero en otras oportunidades solo se hace una anotación en un libro de registros. En cualquier caso, los alumnos no parecen conocer las políticas institucionales para el manejo de estas situaciones.

Los resultados también sugieren que hay medidas de seguridad que se podrían tomar para reducir los casos de robos. E. g., se podría asignar un casillero gratis a cada estudiante. En la actualidad, los alumnos deben pagar un costo para poder tener casilleros asignados, lo cual lleva a que muchos no tengan, y con frecuencia dejen sus objetos de valor descuidados. Algunos usan candados que no son suficientemente seguros y que los mismos estudiantes afirman saber cómo cambiarles la clave para poder abrirlos. Algunos salones se dejan con puertas o ventanas abiertas, por donde pueden entrar con facilidad estudiantes.

Las acciones relacionadas con mejores medidas de seguridad y con aplicación consistente de normas y sanciones podrían corresponder con la dimensión de ley en la propuesta de Antanas Mockus, de armonización entre ley, moral y cultura. Mockus (1994) sugiere que muchos de los problemas socia- les, como la violencia o la corrupción, se presentan cuando no hay coherencia entre las normas y leyes existentes (ley), lo que las personas consideran que está bien o mal (moral) y lo que se valora socialmente (cultura). En el ámbito escolar, esto sugiere que, además de medidas de seguridad y aplicación consistente de normas, debe buscarse el desarrollo del criterio de los estudiantes para distinguir entre lo que está bien y lo que no, así como el rechazo social a aquello que afecta en forma negativa a los compa- ñeros (Chaux & Bustamante, en revisión).

En el ámbito de la moral, se encontró que muchos estudiantes piensan que en algunos casos el robo es grave y en otros no. Las justificaciones y desentendimientos morales parecen facilitar que en varios casos no se considere problemático tomar objetos que no les pertenecen. Esto sugiere que se requiere generar mecanismos para frenar procesos de desentendimiento moral, que llevan a las personas a justificarse a sí mismas acciones que en el fon- do saben que no son correctas y sí contrarias a sus propios principios éticos. Bustamante & Chaux (en revisión), McAlister (2001) y Nas, Brugman & Koops (2005), entre otros, han mostrado que es posible diseñar e implementar estrategias pedagógicas que logran reducir estos procesos. Asimismo, la relación encontrada en este estudio, entre empatía y actitudes de rechazo del robo, sugiere que desarrollar empatía también podría contribuir a que los estudiantes rechacen más el robo, a partir de la comprensión y compasión por quienes son afectados por él. Diversas estrategias pedagógicas que se han desarrollado para promover empatía (e. g., Chaux, 2010, 2012) podrían usarse frente a las víctimas de robos.

Por último, las intervenciones en el ámbito de lo que se acepta y valora culturalmente son quizá las que más efecto podrían tener en el campo escolar (Chaux & Bustamante, en revisión), debido a que el reconocimiento y valoración de sus compañeros es lo que muchas veces más valoran los estudiantes, en especial durante la adolescencia. Si los amigos y compañeros rechazan el robo, en vez de asociarlo con ser “el duro”, el efecto puede ser mucho mayor que si son los adultos los que lo desaprueban. En el estudio se encontró que algunos estudiantes saben que sus amigos robaron, pero no denuncian por lealtad a la amistad. Para ello se podrían implementar campañas, como la que propuso Mockus durante su segunda alcaldía, promoviendo la croactividad, en la que se busque cambiar la valoración negativa de denunciar (ser coloquialmente el sapo), por una va- loración positiva de denunciar aquellos comportamientos que afectan en forma negativa a los demás. Una posibilidad para hacer esto es utilizar un buzón anónimo virtual, en el que se puedan hacer estas denuncias sin ser juzgado por los demás.

Medidas en los tres frentes, ley, moral y cultura, podrían contribuir no solo a reducir la cantidad de robos en los colegios, sino también a formar ciudadanos más conscientes de la importancia de las normas para la convivencia. Además, este tipo de iniciativas permitirían concientizar a los estudiantes sobre su responsabilidad social para contribuir a definir qué tanto una sociedad valora o rechaza prácticas que afectan negativamente a otros, como el robo.

Limitaciones y futuras investigaciones

El estudio presentado tiene varias limitaciones, que es importante mencionar. En primer lugar, se basa en una sola fuente de información: los reportes de los estudiantes en encuestas, entrevistas y grupos focales. Esto implica que todo lo analizado depende de aquello que los estudiantes recordaban o querían reportar, es decir, de problemas de deseabilidad social relacionados, e. g., con un temor a ser sancionados si confesaban su participación directa en robos. Futuras investigaciones podrían tener en cuenta opciones de reporte anónimo, así como la perspectiva de otros actores, como docentes, directivas y personal administrativo de los colegios, y también la de los padres y madres de familia.

Por otro lado, no todos los estudiantes fueron autorizados para participar en el estudio. Además, hubo un alumno en particular que sí fue autorizado por sus padres, pero que el personal del colegio prefirió que no participara, por considerarlo muy problemático. Esto pudo sesgar los resultados, porque es posible que los más involucrados en robos tuvieran menos posibilidad de ser autorizados para participar.

Otra limitación importante es que la muestra fue pequeña, y corresponde exclusivamente a un colegio con características particulares. Por estas razones, se requieren otros estudios con muestras más amplias y diversas, para poder generalizar los resultados, incluso a colegios privados de nivel socioeconómico medio o alto.

Además, algunos de los relatos analizados parecían referirse a los mismos casos o a situaciones de robo que no eran recientes. En futuras investigaciones sería recomendable focalizarse exclusivamente en casos recientes, para minimizar problemas de memoria y para analizar de manera más detallada la situación actual, y tener estrategias para ir contrastando las versiones obtenidas, de tal manera que se pueda verificar si se están recogiendo relatos de diferentes eventos o distintas perspectivas del mismo evento.

Finalmente, los resultados de esta investigación, en conjunto con lo encontrado por otros estudios sobre el tema, resaltan la urgencia de implementar intervenciones para prevenir el robo escolar. Parece fundamental ensayar diversas estrategias y programas de prevención del robo, pero, sobre todo, llevar a cabo investigaciones que permitan evaluar en forma rigurosa la efectividad de estas acciones. Es claro que este tipo de intervenciones y evaluaciones son necesarias, tanto en contextos vulnerables, con presencia de pandillas y violencia comunitaria, como en aquellos donde los estudiantes parecen tener satisfechas sus necesidades básicas.

Referencias

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