Menores infractores y consumo de drogas: perfil psicosocial y delictivo
Young Offenders and Drug Consumption: A Psychosocial and Crime Profile
César San Juan
Doctor en Psicología.
Profesor Titular, Departamento de Psicología Social y Metodología, Universidad del País Vasco, España.
cesar.sanjuan@ehu.es
Estefanía Ocáriz
Magíster en Psicología Jurídica.
Investigadora, Instituto Vasco de Criminología, Universidad del País Vasco, España.
estefania.ocariz@ehu.es
Isabel Germán
Máster en Criminología.
Investigadora, Instituto Vasco de Criminología, Universidad del País Vasco, España.
isabel.german@ehu.es
RESUMEN
En el artículo se presentan los resultados de una investigación, en la que se analizan los expedientes de las sentencias registradas en los juzgados de menores de San Sebastián, Vitoria y Bilbao (Comunidad Autónoma Vasca, España), durante el 2003. A partir de este año se hizo un seguimiento de aquellos menores consumidores que volvieron a entrar en contacto con el sistema de justicia juvenil, hasta el 2007. En dichos expedientes se han identificado variables de carácter jurídico, penal y psicosocial.
De otro lado, se presentan dos estudios diferenciados: uno correspondiente al perfil del menor infractor consumidor, en el que también se hace una mención específica del grupo de menores extranjeros no acompañados, y por otra parte, un estudio en el que se identifican diferencias entre menores infractores consumidores y no consumidores de drogas. Se analiza la vinculación de la infracción cometida por menores con el consumo de sustancias nocivas, incluyendo el factor diferencial que conlleva el consumo de alcohol, para finalmente sugerir una discusión en relación con los retos que este problema acarrea.
Palabras clave: menor infractor, alcoholismo, drogadicto, extranjero, delincuente (fuente: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).
ABSTRACT
This paper shows, on the one hand, the outcomes of an investigation in which the records of decisions made in special courts for young offenders in San Sebastián, Vitoria and Bilbao (Comunidad Autónoma Vasca, Spain) in 2003 are analyzed. From 2003 to 2007 those young drug consumers, who entered again in contact with the juvenile justice system, were observed. Such records exhibit legal, penal, and psychosocial variables.
On the other hand, this paper shows two differentiated studies: the first corresponds to the profile of young drug-consumer offenders, a study in which particular groups of foreign non-accompanied young offenders are mentioned; the second identifies differences between drug consumer and non-consumer young offenders. The link of the offense with the consumption of nocive substances is analyzed, including the differential factor that leads to alcohol consumption to, finally, suggest a discussion regarding the challenges this problem may bring about.
Key words: young offender, alcoholism, drug addict, foreign, offender (Source: Thesaurus of Latin American Criminal Policy – ILANUD).
INTRODUCCIÓN
EL BINOMIO DELINCUENCIA Y DROGA
Y SUS POSIBLES INTERRELACIONES
ETIOLÓGICAS
Durante los años 80, cuando se asomaban con
cierta frecuencia a los titulares de noticias los atracos
cometidos para adquirir heroína, se consolidó
un discurso más mediático que criminológico, que
asociaba el consumo de droga con la delincuencia,
estableciendo un binomio droga-delincuencia, válido
tanto para el caso de los adultos como para los
menores. Este binomio se fundamenta en la convergencia
de dos discursos complementarios: por una
parte, se considera que un amplio sector de la delincuencia
patrimonial es motivado por la necesidad
de conseguir dinero para comprar droga, mientras
que, por la otra, se destacan las alteraciones psíquicas
producidas por las drogas, provocadoras de
conductas delictivas.
En este sentido, Otero (1994) plantea tres hipótesis
relacionales entre ambos factores:
a) La droga es causa de la delincuencia: se trataría
principalmente de delincuencia patrimonial para
obtener dinero con el fin de comprar droga. El iter
genérico sería el del toxicómano que se convierte
en infractor para financiar su consumo.
b) La delincuencia es causa del consumo: la
pertenencia a ciertas subculturas delictivas
–donde el consumo de sustancias es habitual–
iniciaría la andadura como toxicómano. El camino
sería el inverso al anterior y, en estos casos,
el infractor se convertiría en toxicómano, como
resultado de las influencias de su entorno social.
c) No existe relación causal entre delincuencia
y droga.
Tras realizar una amplia revisión bibliográfica, Otero
llegó a la conclusión de que, si bien existe una
cierta relación entre delincuencia y droga, esta no
se produce de modo universal, y las tres hipótesis se
verían parcialmente confirmadas, dependiendo de los
diversos contextos en que se asocian el consumo de
droga y la delincuencia:
1. La hipótesis de que la droga es causa de la
delincuencia, explicaría principalmente aquella
que es practicada por consumidores habituales
de heroína.
2. La hipótesis de que la delincuencia conduce al
consumo se ajustaría a diversos casos de consumidores
habituales de otras drogas distintas a la heroína. Para
Herrero (2001: 452), esta hipótesis sería la que mejor
se ciñe al menor consumidor e infractor, pues es
en este grupo concreto donde es más frecuente el
caso del infractor que entra a formar parte de una
subcultura que legitima y favorece el consumo de
sustancias.
3. Por último, la hipótesis de que no existe relación
causal entre ambos factores respondería principalmente
a los jóvenes consumidores habituales
de alcohol y/o marihuana.
Por tanto, conforme a las conclusiones de Otero, entre
la mayor parte de los menores infractores no existiría
una decisiva relación entre delincuencia y consumo
de droga. Otros estudiosos, como Elzo (1999: 30),
Rechea y Fernández (2000) o Rodríguez (1999: 6-7),
llegan a la misma conclusión. Ni el consumo de droga
o alcohol conduce a la delincuencia, ni a la inversa.
No obstante, aunque no sean factores determinantes,
sí puede hablarse de influencias del consumo de
sustancias en determinados casos de menores infractores,
como se verá más adelante. Y, tal y como se
señala en las conclusiones del seminario La justicia de menores1, el alcohol es un factor más vinculado a la delincuencia de menores que la droga.
1 Seminario celebrado en París los días 19 y 20 de octubre de 2000, vid. Ministere de Justice (2000).
En este sentido, nuestra propuesta se ajusta a la idea de que para desarrollar un buen análisis del fenómeno del consumo de drogas y su relación con los menores infractores, debe estar basado en cuatro parámetros fundamentales:
* La personalidad.
* El medio social.
* La sustancia.
* El contexto jurídico.
Desde este punto de vista, el presente trabajo de investigación se centra en el perfil psicosocial y delictivo del menor infractor. Nos detendremos con cierto detalle en las repercusiones jurídicas de los consumos de drogas por menores, para terminar con un estudio empírico correlacional retrospectivo sobre el perfil criminológico asociado al menor infractor consumidor, basado en datos obtenidos de la criminalidad registrada judicialmente en los juzgados de menores de San Sebastián, Bilbao y Vitoria.
MODALIDADES DELICTIVAS GENERADAS
POR EL CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGA
El sociólogo Elzo (1999: 202-207) coincide con Otero al señalar la importancia del contexto, subrayando que las relaciones entre delincuencia y droga no son unívocas, sino que varían según un amplio abanico de realidades situacionales y ambientales. Por ello distingue cuatro grandes modalidades delictivas, en las que se interrelacionan delincuencia y droga:
a) Delincuencia inducida: se trataría de aquellos delitos generados por el consumo de droga.
Principalmente delitos violentos cometidos bajo efectos del alcohol o las drogas al disminuir la inhibición y el autocontrol.
b) Delincuencia funcional: este caso se refiere a la comisión de delitos contra el patrimonio para poder adquirir droga.
c) Delincuencia relacional: recoge los tipos delictivos que subyacen en torno al caso anterior, como ocurre con los reducidores que compran objetos robados a toxicómanos infractores.
d) Tráfico por no consumidor: sería una variante de la modalidad anterior, en la que el infractor se lucra a partir del consumo de droga vendiendo sustancias.
Las dos primeras modalidades tienen como protagonista al infractor-consumidor, mientras que las dos últimas se refieren a infractores-no consumidores.
En los apartados siguientes se analizarán, de manera específica, varios de estos tipos, distinguiendo principalmente la delincuencia funcional y el tráfico no consumidor, por una parte, y la delincuencia inducida, por otra. Las modalidades a. y d. planteadas por Elzo comparten una naturaleza funcional: obtener un beneficio económico del delito, mientras que la única diferencia entre ambas estriba en si el infractor consume alcohol y/o drogas, o no.
La delincuencia inducida por la droga entre los menores
Son muchos los estudios versados sobre delitos violentos cometidos por los menores que aluden a la influencia de la droga y/o el alcohol como uno de los muchos factores para tener en cuenta. En realidad, el paso al acto, emprender el iter criminis depende de una amplia y variable panoplia de factores, en
especial sociales y ambientales, también psicológicos,
y raramente biológicos. Entre ellos se citan el consumo
de droga y, sobre todo, de alcohol, sustancias que
alteran el control conductual e influyen en la comisión
de una parte no desdeñable de los delitos violentos
entre los menores, asimismo en la adopción de
conductas de riesgo que pueden desembocar en
accidentes de tráfico (Cortes de Aragón, 2002).
Así, en un par de informes2 presentados a la Consejería
del Interior del Gobierno vasco en los años
2000 y 2001 y realizados por investigadores del Instituto
Vasco de Criminología referentes a la violencia
juvenil, se recogía la idea sustentada por muchos
estudiosos3 y expertos, como el fiscal de menores
Félix Pantoja, el sociólogo Amando de Miguel o el ex
Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier
Urra, de que el consumo abusivo de alcohol y/o
droga predisponía a la comisión de delitos violentos
entre los menores, favoreciendo comportamientos
impulsivos y facilitando la aparición de conductas
violentas. En otros países europeos diversos autores
llegan a similares conclusiones. Así, en Gran Bretaña,
Cambell y Harrington (1999: 4-5) y el Youth Lifestyles
Survey (1999: 45) del Home Office consideran
el consumo de drogas como el predictor más importante
de la delincuencia persistente en los menores,
mientras que en Alemania, Geiger (2001) destaca la
influencia del consumo abusivo de alcohol como elemento
desinhibidor de conductas violentas ocasionadas
por menores.
2 Se trata de los informes Análisis de las dimensiones explicativas al
fenómeno de la violencia juvenil en la C.A.V. (I) y (II), elaborados en el
bienio 2000-2001 y que no han sido publicados.
3 Entre los autores que señalan el consumo abusivo de alcohol y/o
droga como factor desinhibidor de comportamientos violentos, se
destacan Castells y Salgado (2001: 89, 140); Elzo (1999: 212; 2000:
162-1639); Fernández Villanueva (1998a: 22; 1998b: 46); González
(1990: 30 y 33); Herrero (1995: 35); Leganés y Ortolá (1999: 232);
Rojas (1995: 96-99); Rodríguez (1999: 39 y 419); Ruiz de Olabuénaga
(1998: 112-149) y Sanmartín (2000: 91).
La delincuencia inducida por el consumo de alcohol y/o
droga entre los menores responde preferentemente
a factores ambientales y subculturales, tal y como
señala el informe de las Cortes de Aragón (2002) y
Ruidíaz (1998: 45-46):
Entre los factores ambientales se destacan la peligrosidad
del consumo en escenarios festivos y en espacios
donde se concentran los jóvenes las noches
del fin de semana. En condiciones de hacinamiento
y desinhibición por el consumo de alcohol y/o drogas,
es más probable que afloren las pendencias o
se cometan actos más vandálicos. El gregarismo y la
apariencia de impunidad y anonimato que ofrece el
grupo o la masa, también son factores criminógenos
para tener en cuenta.
Por otra parte, entre los elementos subculturales se
puede destacar la influencia de las tribus urbanas y,
en el caso que nos ocupa, de las tribus urbanas violentas
–como los Skin Heads, los Punk o, más recientemente,
los Latin Kings–, que enaltecen el empleo
de la violencia. El abuso de sustancias actuaría como
facilitador, al envalentonar a estos menores para
agredir a sus víctimas –bandas rivales, extranjeros,
homosexuales o, a falta de estos colectivos propiciatorios,
quien tenga la desgracia de cruzarse en su camino–.
Además de las tribus urbanas violentas más
o menos estructuradas, cabe destacar la presencia
de menores extranjeros no acompañados socializados
en la calle y que se agrupan de un modo más
desordenado, pero comparten una serie de valores
propios. De estos menores de la calle se tratará más
adelante con mayor detenimiento.
Los factores ambientales y los subculturales vienen a
converger sobre un grupo potencialmente peligroso,
caso específico de los hooligans, como los célebres ultras que llevaban la violencia a los estadios. El
control del consumo de alcohol dentro de los recintos
deportivos, así como la acción de los propios clubes
de desvincular a estos grupos, contribuyó a que este
fenómeno se encuentre bastante controlado.
Como ya se vio, el consumo descontrolado de drogas
y alcohol puede impulsar a los menores a cometer
actos violentos. Paradójicamente, como se señala en
Ministere de Justice (2000), pese a que el imaginario
colectivo considera más peligroso los efectos de las
drogas que los del alcohol como desencadenantes
de episodios violentos, Elzo (1999: 212-213) señala
que el alcohol induce con mayor frecuencia que
la droga a la violencia, ya que guarda relación con
un alto porcentaje de los delitos violentos entre los
menores infractores.
De manera concreta, un estudio de Elzo (1999: 29-
32) destaca la relación entre el consumo de alcohol y
las conductas violentas entre los menores, aportando
datos que atribuyen al alcohol el 17% de las riñas,
el 6% de las peleas, el 10% de actos de vandalismo
y el 9% de problemas con la policía. Y el Tribunal
de Justicia de Aragón, en un informe especial sobre
la violencia juvenil (Cortes de Aragón, 2002), señalaba
que en una muestra de jóvenes aragoneses,
un 15,8% se había envuelto en riñas o discusiones, un
7,7% en peleas o agresiones y un 5,75 en accidentes
que requirieron atención médica, todo ello como
consecuencia del consumo de alcohol.
Delincuencia relacionada con la droga vs. delincuencia de menores
En el año 2003 las detenciones de menores se
distribuían de la siguiente manera por tipo de delito
(García, 2005: 459).
Como se vio en epígrafes anteriores, la delincuencia
relacionada con el consumo abusivo de alcohol y/o
droga o la denominada delincuencia relacional se
referiría principalmente a los delitos violentos, en el
caso del alcohol, y a los delitos contra la propiedad,
en el caso del consumo de drogas.
Ante la imposibilidad de profundizar en las estadísticas
policiales para saber con exactitud qué tipos de delitos
cometen preferentemente los menores vinculados al
consumo abusivo de sustancias, sólo se plantean una
serie de hipótesis o especulaciones, pendientes de
ulteriores comprobaciones.
Así, de las más de 24.000 detenciones en el 2003, en
1.277 casos se constata un consumo serio de drogas
y en 2.778 de alcohol. Sumando ambas cantidades
se obtiene un total de 4.055, lo que supondría
una sexta parte del conjunto de la criminalidad. En
realidad, esta proporción será inferior, pues ambos
sumandos se solapan (en muchos casos coexistirán
en un mismo menor problemas de drogas y de
alcohol, víctimas del policonsumo).
Analizando la tabla 1 se aprecia que la delincuencia
de menores acapara alrededor del 72% (17.496
detenciones), cifra muy superior a los 1.277 casos
detectados de consumo de droga, por lo que se
puede afirmar, con los pocos datos que se manejan,
que, en el hipotético caso extremo de que estos 1.277
menores se concentren en este tipo de delincuencia,
solo serían un 7% de la delincuencia patrimonial.
En cuanto a los delitos violentos contra las personas
(que pueden guardar relación con el consumo de
alcohol), constituyen un 5% de la criminalidad de
menores, mientras que la delincuencia relacional, los
delitos por tráfico de estupefacientes, conforman
un 2,5%.
De acuerdo con lo que se ha visto, el alcohol guarda
una relación más estrecha que la droga con la
delincuencia de menores, por lo que en el perfil de
la delincuencia de menores influida por el consumo
de estas sustancias destacarían los delitos violentos,
seguidos por los delitos contra la propiedad y, finalmente,
los delitos relacionales del tráfico de estupefacientes.
Este perfil es muy distinto al del conjunto de
la delincuencia de menores, donde, como ya se indicó,
la delincuencia patrimonial supone más del 70%
del total. Por tanto, se pueden distinguir tres grandes
perfiles:
a) Delincuencia de menores: por lo general patrimonial.
b) Delincuencia relacionada con la droga: recoge
una pequeña parte de la delincuencia patrimonial,
similar, por tanto a la anterior.
c) Delincuencia relacionada con el alcohol: delincuencia
primordialmente violenta o vandálica.
Constituye, a priori, el perfil más peligroso.
Menores infractores que consumen droga y/o alcohol en forma abusiva
Diversos estudios policiales aportan información
acerca del consumo de drogas entre los menores
infractores, ofreciendo dos grandes tipos de
estadísticas: por un lado, las que recogen información
sobre si consumen alcohol y/o drogas, o no, y, por
otro, aquellas más jurídicas, que restringen este
consumo a los sujetos que presentan patologías
relacionadas con la adicción al consumo de estas
sustancias o cuando este ha producido graves
alteraciones o deterioro.
En las cifras referidas en cuanto al consumo
detectado entre los menores detenidos por la policía,
en el 87,2% de los casos no se especificaba si estos
consumían alguna sustancia, mientras que del 12,8%
restante, algo más de la mitad, el 51,3%, se declaró
consumidor, destacando las siguientes sustancias:
* Alcohol (esporádico): 65,6%
* Cannabis: 29%
* Cocaína: 6,4%
* Heroína: 3,8%
Estos estudios policiales apuntan que el nivel
de consumo aumenta progresivamente con la edad
de los menores.
Por otra parte, también existen estadísticas que
restringen el consumo a aquellos casos graves en
que el consumo de alcohol y/o drogas suponen un
gran deterioro para la salud del menor, afectando
sus capacidades volitivas y cognitivas4, y por tanto
requieran un tratamiento sanitario. Estos casos
graves se recogen en las estadísticas policiales y judiciales, pues suelen tener relevancia en la
imposición de las medidas.
4 Como señalan acertadamente Rechea y Fernández (2000: 36).
Desde esta perspectiva más estricta, en un 4% de los menores detenidos en 1999 se detectó un consumo abusivo de drogas, cifra que en el 2002 ascendió al 6,57%, y en el 2004 descendió al 5,25%. En el 2004, además, se detectó la existencia de un 11,42% de bebedores abusivos de alcohol5.
5 Conforme a estas estadísticas, de los menores detenidos, el 5,25% consumía drogas, frente a un 88,17% que no consumía; un 11,42% consumía alcohol, frente a un 4,11% que no consumía. En el caso del alcohol, en la mayoría no se sabía a ciencia cierta si los menores consumían o no.
Estas tasas contrastan poderosamente con las correspondientes al consumo de alcohol y drogas entre la población de menores españoles recabadas en la Encuesta estatal sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias 2004, elaborada por el Observatorio Español sobre Drogas (en Ruiz, Barrio y Mata, 2005: 66), y que se reflejan en la tabla 2.
UN GRUPO DESTACABLE: LOS MENA INFRACTORES Y EL CONSUMO ABUSIVO DE SUSTANCIAS
Dentro del conjunto de la delincuencia juvenil, los
menores extranjeros no acompañados, o MENA,
que en la casi totalidad de los casos registrados en
el País Vasco son menores provenientes de países del
Magreb (sobre todo Marruecos y Argelia), constituyen
un grupo específico para tener en cuenta a causa
de sus importantes carencias psicosociales, así
como por encontrarse en una situación de especial
vulnerabilidad, pues no disponen del apoyo ni de
la protección de sus familiares, ni de alojamiento
o medios económicos estables para sobrevivir (San
Juan, 2008). En ocasiones, además, como ocurre
en nuestro contexto, pueden llegar a generar una
mayor alarma social que la que correspondería a la
incidencia real de la delincuencia perpetrada por este
grupo (San Juan & Santos, 2009).
En un estudio sobre menores extranjeros infractores
en la Unión Europea, realizado por el Instituto
Vasco de Criminología6, se planteaba una tipología
de MENA en la que se distinguen dos grandes
grupos:
a) Quienes siguen un proyecto migratorio definido.
b) Los denominados “niños de la calle”. Es en este
segundo grupo donde se incidirá con mayor detenimiento,
pues en ellos convergen, del total
de MENA, las mayores frecuencias de comportamiento
delictivo y de consumo abusivo de sustancias
tóxicas.
Muchos de estos menores extranjeros categorizados
como “niños de la calle” se encuentran en una dramática situación de desamparo, debiendo sobrevivir
sin ayuda de nadie, excepto de otros chicos que viven
igual situación o, en el peor de los casos, de adultos
que los enrolan en actividades como la mendicidad,
la delincuencia o la prostitución. Estos menores formarían
parte del grupo que Capdevila (2000: 11-12)
denomina “Menores con conductas muy agresivas”,
el colectivo más relacionado con la delincuencia que,
a su vez, destaca por su consumo descontrolado de
drogas.
Delincuencia de los MENA consumidores de sustancias
Estos menores que sobreviven en la calle se ven en
la mayoría de casos abocados a la delincuencia, bien
reclutados por adultos como correos de la droga o
“mochileros” –conscientes de que por su minoría de
edad son inimputables o se benefician de sanciones
penales más atenuadas– o cometiendo pequeños
delitos, como hurtos con intimidación, robos en
centros comerciales, tirones (en Capdevila, 2000:
11-12, y Arbex y Jiménez, 2004: 87), pero que al
producirse en la calle generan una importante alarma
social. Habitualmente estos se agrupan en bandas de
unos 5 a 10 miembros (Capdevila, 2000: 11).
Arbex y Jiménez (2004: 86) distinguen tres tipos de
MENA infractores:
a) Menores vinculados ya a mafias en su país de
origen.
b) Menores infractores ya en su país de origen.
c) Menores enrolados en redes de delincuencia,
para subsistir y mandar dinero a sus familias.
Se puede apreciar que los menores correspondientes
a los dos primeros grupos emprendieron su carrera
criminal en su país de origen, los primeros dentro de organizaciones criminales y los segundos de forma
individual, por lo que muestran, a priori, una mejor
prognosis de resocialización.
Capdevila (2000: 11) y Arbex y Jiménez (2004: 87)
coinciden en señalar un aspecto especialmente
relevante para el presente estudio, pues indican
que la finalidad de la delincuencia perpetrada por
estos menores se orienta a obtener dinero para
sobrevivir, vendiendo lo robado, o apropiarse de
bienes (móviles, ropa de marca…) para utilizarlos
ellos mismos. En líneas generales no estarían cometiendo
delitos contra la propiedad para adquirir
droga, descartando la hipótesis, en este grupo
concreto, de la delincuencia funcional relacionada
con la droga.
Consumo de droga entre los “niños de la calle”
Tanto para Capdevila (2000: 13-14) como para
Arbex y Jiménez (2004: 41 y 46-56), estos menores
constituyen un grupo consumidor de riesgo, en
especial por dos razones:
a) Pertenencia a una subcultura que legitima y valora
el consumo7. Estos menores se han socializado
en la calle, en un grupo de iguales que
también consumen sustancias y que consideran
el consumo como un elemento identitario. En
torno al consumo de drogas pueden tejerse lazos
sociales, de compartir, de atreverse a tomar
determinada sustancia… Además, el riesgo crece
entre estos menores de la calle, ya que carecen
de referentes familiares u otros modelos prosociales que les ayuden a controlar en forma adecuada su consumo.
7 Así, en su estudio, Capdevila apunta una serie de valores positivos de esta subcultura, como la solidaridad, la libertad, el acceso a una economía informal… pero también valores negativos, entre los que destacan el consumo de droga y la legitimación de la violencia y la delincuencia como formas de supervivencia, también la oposición al sistema.
b) Ausencia de percepción de riesgo: Capdevila (2000: 10) y Arbex y Jiménez (2004: 41) subrayan que, debido a sus duras condiciones de vida llegan a banalizar la muerte, por lo que llegados a este punto no les importa jugarse la vida. Lo que prima en ellos es el beneficio inmediato que les produce el consumo, principalmente evadirse de la realidad o alcanzar valor suficiente para cometer actos delictivos, sin valorar los ulteriores riesgos que conlleva el consumo de las sustancias.
Recogiendo datos proporcionados por diversos estudios8, se puede añadir que el inicio del consumo de sustancias suele producirse en su país de origen, pues muchos de estos menores han tenido contacto con drogas desde pequeños, principalmente con inhalantes, hachís y pastillas. En líneas generales responden al tipo de policonsumidor ocasional, la sustancia a la que recurren con mayor frecuencia son los inhalantes –debido a su bajo costo y fácil acceso– y de manera esporádica, cuando consiguen algún dinero, también consumen pastillas, éxtasis y cocaína. Una vez se establecen en España, el consumo tiende a ser más habitual y problemático.
8 Principalmente de Arbex y Jiménez (2004: 106), el Defensor del Menor de Andalucía y Defensor del Pueblo Andaluz (2003), y Giménez y Pérez (2002: 478).
En su amplio estudio, Arbex y Jiménez (2004: 81-82 y 106) también apuntan diversas causas funcionales que inducen al consumo a estos menores de la calle.
* Evasión: como alternativa a las condiciones de vida en que viven.
* Socialización subcultural: como una forma de integrarse en su grupo de iguales. Debemos apuntar que si bien en los adolescentes es importante el grupo de iguales, en estos menores que carecen de otros agentes socializadores y de apoyo, el grupo resulta un elemento crucial.
* Desinhibición para perder el miedo y poder cometer delitos: el consumo les permite armarse de valor y desinhibirse para dar el paso y delinquir, pues les proporciona una sensación de fuerza a la vez que merma su juicio crítico.
Analizando la relación existente entre droga y delincuencia, se concluye que, como constatan Arbex y Jiménez (2004: 87), entre los MENA infractores prevalece el tipo de infractor que posteriormente pasa a consumir droga, es decir, vendría a coincidir con la hipótesis de Otero de que la delincuencia es causa del consumo de droga. Estaríamos hablando de una subcultura callejera, donde el consumo de droga constituye un valor y donde a causa de la extrema dureza de las condiciones de vida, el menor consume droga para evadirse de la realidad o para envalentonarse y delinquir, y donde la delincuencia se convierte en una actividad laboral marginal, como pueden ser también la mendicidad o la prostitución.
Estos menores de la calle consumen droga y delinquen para sobrevivir en su penoso día a día. Se encuentran además en una edad crítica de crecimiento y maduración, por lo que si las instituciones no intervienen a tiempo para resocializarlos, cuando alcancen la edad adulta pasarán en su mayor parte a engrosar las filas de la criminalidad persistente. Habrán adquirido y consolidado un estilo de vida criminógeno, progresivamente más difícil de erradicar (Senovilla (2007).
MENORES INFRACTORES Y CONSUMO DE DROGAS: UN ESTUDIO EMPÍRICO
Estudio 1: perfil psicosocial y delictivo
del menor infractor consumidor
Procedimiento
La investigación desarrollada a continuación es el
resultado de un estudio retrospectivo de los expedientes
de las sentencias registradas en los juzgados
de menores de San Sebastián, Vitoria y Bilbao desde
enero a diciembre de 2003. A partir de este último
año se hizo un seguimiento de aquellos menores
consumidores que, hasta el año 2007, volvieron a
entrar en contacto con el sistema de justicia juvenil.
Dichos expedientes constan de varios documentos,
entre los que se han seleccionado, por su especial
interés en nuestra investigación, los informes realizados
por los equipos psicosociales y los datos propios
de una sentencia, que es dictada como resultado de
un proceso penal.
Se seleccionaron, mediante un procedimiento de
azar sistemático, 198 expedientes de menores sancionados
(N =198), en los cuales aparecía la información
acerca de su consumo de drogas en el apartado
del informe psicológico. Una vez precisados dichos
expedientes, se procedió al vaciado de información
de los mismos, identificando una serie de variables
clave asociadas al perfil penal y psicosocial de los
menores.
De estos 198 menores infractores, 108 consumen
algún tipo de sustancia tóxica, entendido este consumo
como fumar hachís, esnifar pegamento, cocaína,
etc. Así mismo, también se consideró consumo, tomar alcohol en exceso o, al menos, lo suficiente
como para que los menores considerasen que les
pudo influir en la comisión del delito. Los análisis
presentados a continuación corresponden a la
muestra de los 108 menores infractores consumidores.
En un segundo estudio se comparan los resultados
de este grupo con la submuestra de menores
infractores no consumidores, con el fin de
entender mejor aquellos.
Descripción de la muestra
La muestra está compuesta por 108 menores infractores consumidores de alguna sustancia tóxica. Dicho consumo ha sido bastante significativo para ser destacado en el informe realizado por los equipos psicosociales de los juzgados de menores de Bilbao, San Sebastián y Vitoria. La mayor parte de los expedientes de menores infractores analizados corresponden a varones (92,6%). Solo ocho sentencias han sido dictadas contra mujeres. A todos estos menores se les ha aplicado la Ley de Responsabilidad del Menor 5/2000, por lo tanto sus edades están comprendidas entre los 14 y los 18 años.
Perfil psicosocial
Entre las variables identificadas para definir el perfil psicosocial del menor infractor consumidor se destacan el control familiar, la situación económica familiar, la presencia de amigos “de riesgo”, entendiendo por “riesgo” el contacto estable con un grupo de iguales que lleva a cabo actividades criminógenas. En este sentido, como se puede apreciar en la gráfica 1, un porcentaje mayoritario de los menores no tienen ningún tipo de control por parte de sus progenitores o tutores. En lo que concierne a la posible influencia del grupo de pares, cabe señalar que 80% de estos menores mantiene relaciones de amistad con otros menores de riesgo y, por fin 67% forma parte de familias con una situación económica con diferentes grados de precariedad pero, en todo caso, siempre dentro de lo que se podría considerar situación de “vulnerabilidad social”.
Perfil delictivo
Para la obtención del perfil delictivo se tuvo como punto de mira la reincidencia delictiva, entendida esta no en un sentido estrictamente jurídico sino como número de delitos, apartada de su clasificación penal. De este dato pareció relevante conocer cuántos de dichos delitos tuvieron una víctima directa, es decir, en la misma comisión del delito hubo un enfrentamiento con la víctima del mismo. Por último se detalla la edad de comisión del primer delito.
Tal y como se puede apreciar en la tabla 3, la tasa de delitos es importante, siendo preciso señalar que de estos menores, un 31% solo comete un delito. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que en casi la mitad de los delitos que comete cada menor existe un enfrentamiento directo con su víctima. Este aspecto es relevante, dado que esta circunstancia es una de las variables que hacen más saliente la alarma social y generan una mayor sensación de inseguridad en la población. De otro lado, la edad media de comisión del primer delito es poco después de haber superado los 15 años. Los análisis parecen indicar una tasa de demora (tiempo transcurrido entre la comisión del delito y el inicio de la ejecución de la medida) bastante alta (304 días). Esta variable también tiene una gran relevancia, ya que la ley de responsabilidad penal del menor tiene una intención educativa antes que sancionadora. Desde este punto, la demora incide directamente en una merma en la eficacia de las medidas educativas, toda vez que el menor no está en disposición de apreciar una relación de contingencia entre la infracción cometida y la estrategia reparadora correspondiente.
Resumen: perfil criminológico del menor infractor consumidor
El objetivo del análisis descriptivo que se realizó era identificar un perfil del menor infractor, basado en la prevalencia de los rasgos criminológicos más destacables (tabla 4). Dentro de un perfil general de exclusión social, los factores de riesgo más salientes tienen que ver con la ausencia de control parental, en un marco de desestructuración de la unidad familiar, y una socialización alternativa basada en la integración del menor en un grupo de pares orientado a la transgresión de la ley.
Estudio 2: Diferencias entre menores infractores consumidores y no consumidores
Los resultados aportados en el estudio previo sirvieron
para proporcionar la descripción del perfil del menor
infractor consumidor. Esta información, relevante en
sí misma, puede adquirir una mayor significación si
se contrasta con el perfil psicosocial y delictivo del
menor infractor no consumidor. Para ello, y con el
mismo procedimiento descrito en el estudio anterior,
se seleccionaron, mediante el azar sistemático, 88
expedientes de menores con este perfil.
Para analizar si, efectivamente, existían diferencias
significativas entre el grupo de menores infractores
consumidores y el grupo de menores infractores no
consumidores, se realizó un ANOVA de un factor.
Las variables en las que ambos grupos mostraron
ser bastante distintos fueron, en su mayoría, las que
están relacionadas con los delitos y una relacionada
con su socialización.
En este sentido, los menores consumidores
( x = 4,85) cometen mayor número de delitos
(F = 32,279; p < 0,000) que los no consumidores
( x = 1,74).
En cuanto al número de delitos con víctimas
(F = 19,612; p < 0,000) también es significativamente
menor en el grupo de los no consumidores
( x = 0,84) que en el grupo de los consumidores
( x = 2,01).
Respecto a la gravedad de los delitos que cometen
los menores, también es significativamente distinta
en ambos grupos (F = 11,636, p < 0,001): los
no consumidores cometen delitos menos graves
( x = 1,77) que los consumidores ( x = 2,18).
Por último, la socialización de los menores (variable
construida a partir de los datos relacionados con la
red social y familiar y adaptación al entorno escolar)
también es una variable muy distinta en ambos
grupos (F = 9,489, p < 0,002). De tal manera que
el grupo de menores no consumidores tiene una
socialización significativamente mayor ( x = 0,40)
que los consumidores ( x = 0,09).
DISCUSIÓN
Es relativamente incipiente la preocupación por la
evaluación empírica de las medidas educativas dispensadas
en el sistema de justicia juvenil español.
Este trabajo, realizado para el sistema de Justicia Juvenil de la Comunidad Autónoma Vasca, constituye, de hecho, uno de los primeros esfuerzos en este sentido. Una de las razones de esta situación de déficit de evidencias empíricas es que la evolución del derecho penal juvenil ha ido dando lamentables bandazos desde el inicio de esta década –casi a golpe de titular de prensa–, lo que ha hecho muy difícil consolidar alguna estrategia de intervención (Vázquez & Serrano, 2007). Sin embargo, ahora se pueden encontrar otros estudios recientes, como el de Capdevila, realizado en Cataluña (2005); el de Pérez (2006), realizado en Andalucía; el realizado por Graña, Garrido y González (2008) en Madrid o, finalmente, la propuesta de San Juan y Ocáriz (2009) como continuación de la línea de investigación iniciada con el presente artículo, con los que parece consolidarse la investigación evaluativa en materia de justicia juvenil.
Como primera conclusión se destaca que en la mayoría de los menores infractores no se aprecia una relación significativa entre delincuencia y alcohol y/o droga, tal y como afirman Elzo (1999: 201, 206-207), Herrero (2001: 452), Rechea y Fernández (2000: 37), y Rodríguez (1999: 6-7). Los delitos contra la salud pública perpetrados por menores no alcanzan el 5% del conjunto de la delincuencia registrada de estos. Paralelamente, los menores detenidos en los que se apreciaba una patología asociada al consumo abusivo de estas sustancias también suponen una cifra residual en el conjunto de esta criminalidad. Y a la inversa, la inmensa mayoría de los menores que consumen alcohol o droga no han sido detenidos por la comisión de delitos9.
9 O, cuando menos, no cometen significativamente más delitos que los menores no consumidores.
Sin embargo, sí puede apreciarse una influencia del alcohol y de la droga en determinadas casuísticas o fenomenologías de la delincuencia de menores, concretamente en escenarios festivos de fin de semana, entre los menores pertenecientes a bandas subculturales violentas como los Skin Heads o los Latin Kings, o entre los menores extranjeros no acompañados socializados en la calle.
Por otra parte, diversos estudios alertan sobre la mayor peligrosidad del alcohol como factor criminógeno frente a la droga, pese a las poderosas representaciones sociales que mantienen la mayor peligrosidad de la droga, representaciones que se han propagado con profusión en nuestro imaginario colectivo.
Entre los menores socializados en la calle en los que convergen la delincuencia y el consumo abusivo de alcohol y/o droga, en especial de inhalantes, destaca la figura del infractor que consume droga que correspondería a la hipótesis de Otero de que la delincuencia lleva al consumo. Otro aspecto por destacar de estos menores es que el consumo de sustancias tiene para ellos, principalmente, una doble finalidad: la evasión de su duro sobrevivir y una forma de adquirir valor para cometer delitos.
Por último, un aspecto digno de considerar es que estos menores subculturizados en la calle y que carecen de agentes prosocializadores adecuados que los saquen de la exclusión social y de la delincuencia, corren un grave riesgo bien de pasar a formar parte del núcleo duro de la criminalidad persistente o de sufrir un serio y progresivo deterioro mental, a causa de los perniciosos efectos del consumo de inhalantes. Deben, por tanto, convertirse en protagonistas de planes eficaces de intervención que los saquen de ese mundo supervivencial.
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