Los precipitadores situacionales del delito: otra mirada a la interacción persona-ambiente

Situation-related crime precipitators: another glance at the human interaction with the environment

Os precipitadores situacionais do crime: uma outra olhada à interação pessoa-ambiente

Pedro Campoy Torrente*

Lucia Summers**

*Máster en Criminología y Delincuencia Juvenil. Profesor e investigador asociado, Centro Crímina para el Estudio y la Prevención de la Delincuencia, Universidad Miguel Hernández, Elche, España. p.torrente@crimina.es

**Doctora en Criminología. Assistant Professor School of Criminal Justice, Texas State University, San Marcos, U.S.A. lsummers@txstate.edu

Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Campoy, P. & Summers, L. (2015). Los precipitadores situacionales del delito: otra mirada a la interacción persona-ambiente. Revista Criminalidad, 57 (3): 41-58.

Fecha de recepción: 2015/08/19 Fecha concepto evaluación: 2015/09/08 Fecha de aprobación: 2015/10/26


Resumen

Los precipitadores situacionales del delito (Wortley, 2008) han recibido poca atención por la literatura criminológica en lengua española, y con frecuencia son subsumidos dentro de la perspectiva de la elección racional (Cornish & Clarke, 2003). Sin embargo, el estudio independiente de estos conceptos nos ofrece una oportunidad para profundizar en el proceso mediante el cual los delincuentes pasan al acto en sí. El objetivo de este estudio es sintetizar la evidencia en relación con los precipitadores situacionales del delito, los cuales ofrecen una nueva manera de examinar la interacción entre persona y ambiente en materia de delincuencia. La metodología empleada consiste en una revisión sistemática de la literatura de trabajos empíricos realizados a partir del 2007. Los resultados sugieren que es necesario profundizar en el proceso de toma de decisiones del delincuente desde una perspectiva integrada a nivel teórico, en lugar de hacerlo desde un punto de vista atomizado. Se concluye con una discusión de los resultados, después de considerar las características y limitaciones de los estudios observados.

Palabras clave: Criminología ambiental, precipitadores situacionales del delito, teoría de la elección racional, prevención del delito, conducta desviada (fuente: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Abstract

Situational crime precipitators (Wortley, 2008) have received little attention from criminological literature in the Spanish language and, very often, they have been subsumed into the rational choice perspective (Cornish & Clarke, 2003). However, the autonomous study of these concepts offers us a good opportunity to delve into the process through which offenders move to commit the actual criminal act itself.

The objective of this study is to synthetize the evidence with relation to the situational crime precipitators offering a new way to examine the human interaction with the environment in the field of crime. The methodology used envisages a systematic review of empirical literature works carried out since 2007. The results suggest that it is necessary to go further in-depth into the offender's decision-making process from an integrated theoretical outlook instead of resorting to an atomized point of view. The article is concluded with a discussion on results after considering the major features and limitations of the studies examined.

Key words: Environmental criminology, situation-related crime precipitators, the theory of the rational choice, crime prevention, deviated (Source: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Resumo

Os precipitadores situacionais do crime (Wortley, 2008) receberam pouca atenção pela literatura criminológica na língua espanhola, e frequentemente são subsumidos dentro da perspectiva da eleição racional (Cornish & Clarke, 2003). Contudo, o estudo independente destes conceitos oferece-nos uma oportunidade de aprofundar-se no processo mediante o qual os delinquentes passam ao ato mesmo. O objetivo deste estudo é sintetizar a evidência com relação aos precipitadores situacionais do crime, que oferecem uma maneira nova de examinar a interação entre

a pessoa e o ambiente na matéria da delinquência. A metodologia usada consiste em uma revisão sistemática da literatura de trabalhos empíricos feitos a partir de 2007. Os resultados sugerem que é necessário aprofundar no processo da tomada de decisão do delinquente de uma perspectiva integrada no nível teórico, em vez de fazê-lo de um ponto de vista atomizado. Conclui-se com uma discussão dos resultados, após ter considerado as características e as limitações dos estudos observados.

Palavras-chave: Criminologia ambiental, precipitadores situacionais do crime, teoria da eleição racional, prevenção do crime, conduta desviada (fonte: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Introducción

El comportamiento varía en mayor o menor medida en función del contexto en el que ocurre (Wortley, 1997). La importancia que dicho contexto ha adquirido en torno al fenómeno delictivo es tangible en los últimos años, atendiendo a la cantidad de publicaciones al respecto que se han venido sucediendo, especialmente en el ámbito anglosajón (Leclerc & Wortley, 2014). Sin embargo, aunque en España ha acontecido un rápido avance en la investigación relacionada con la criminología ambiental (Vázquez, Fernández, Planells-Struse & Belmonte, 2014; Vozmediano & San Juan, 2010), una de las principales aproximaciones de esta vertiente, de manera específica el estudio de los precipitadores1 situacionales del delito (PSD, en adelante; Wortley, 1996, 1997, 2001, 2008, 2012), no ha recibido la atención que sí ha obtenido en otros países.

Los PSD se ubican dentro del"nivel micro" de análisis de la criminología ambiental (Brantingham & Brantingham, 1991; Wortley & Mazerolle, 2008), lacual atiende al análisis de localizaciones específicas y de las características de los delitos. A partir de los trabajos de Mischel (1968 [1996]) y de la llamada interacción persona-ambiente, Wortley (1997) desarrolla los PSD, los cuales actúan, según veremos, como complemento de la teoría de la elección racional (Cornish & Clarke, 2003). En el presente trabajo se repasan los aspectos centrales de los PSD, y se ofrecen los hallazgos de una revisión sistemática de los estudios realizados recientemente en este campo, con el propósito de identificar las principales fortalezas y debilidades de este enfoque.

2. Elección racional y los precipitadores situacionales del delito

2.1. El origen de la teoría de la elección racional

Los PSD surgen como una extensión de la teoría de la elección racional, la cual tiene sus raíces en el racionalismo del periodo ilustrado (Medina, 2011). En el tratado"De los delitos y las penas" (Beccaria, 1764 [1773]) se proponía un sistema de penalidad fundamentado en el racionalismo orientado hacia la eficacia de las sanciones. En la misma época, Bentham (1789 [2008]) concedía también que las leyes deberían orientarse a causar al delincuente un dolor mayor que el placer ocasionado por la comisión del hecho delictivo, adecuando, por tanto, la gravedad de las sanciones a los hechos cometidos.

En los años siguientes, el estudio de la criminalidad y su aplicación a la rehabilitación de los delincuentes desplazó estos enfoques, hasta que, en 1974, Martinson (1974) concluye que el tratamiento de los delincuentes en el medio penitenciario no funciona bajo ninguna premisa. Este"nada funciona" abrió una importante brecha en el mundo académico de la criminología, y se volvió de nuevo al debate sobre la utilidad del tratamiento rehabilitador y la finalidad de las penas (Medina, 2011)2. Por otro lado, Cohen & Felson (1979: 604) concluían, en su famoso artículo que la mejora de la calidad de vida en los Estados Unidos no había traído aparejado un descenso de la delincuencia, lo cual ponía de relieve el fracaso de las teorías tradicionales de la delincuencia.

En el Reino Unido tampoco se conseguía demostrar una eficacia concluyente de los programas de tratamiento penitenciario (Cornish & Clarke, 2008). Sin embargo, algunos de los evaluadores de dichos programas observaron que entre los elementos decisivos para el cambio comportamental de los individuos, destacaba el ambiente en el que se desarrollaban dichos programas (Cornish & Clarke, 1975). Así, Sinclair (1971) observa variaciones en la reincidencia de jóvenes delincuentes en función del tipo de centro de libertad vigilada en el que se encontraran. Clarke y Martin (1975, citados por Eck, Clarke & Guerette, 2007: 235), por su parte, observan diferentes variaciones en las conductas de fuga de menores, en función de las características de los centros en los que eran internados.

Estos estudios dan lugar a la"teoría del aprendizaje ambiental" (environmental/learning theory, en inglés; Clarke & Cornish, 1983; Cornish & Clarke, 1975), la cual se convertirá posteriormente en la teoría de la elección racional (Clarke & Cornish, 1985; Cornish & Clarke, 1986). Los conceptos de esta nueva teoría se utilizan para desarrollar la prevención situacional del delito, que busca modificar el ambiente para aumentar el esfuerzo requerido por el delincuente para cometer el delito, incrementar el riesgo de aprehensión y reducir los beneficios que se van a obtener, para así prevenir y/o reducir la delincuencia (Clarke, 1992). Más tarde, Clarke & Homel (1997) amplían el marco original de 15 técnicas de prevención situacional –cinco de cada tipo (vid. tabla 1)–, al añadir cinco técnicas más que intentan eliminar excusas. Esta nuevas técnicas se basan en los trabajos de Sykes & Matza (1957) y Bandura (1973), según los cuales las justificaciones o, en las palabras de Bandura, la"desconexión cognitiva", pueden facilitar la comisión del delito.

2.2. El origen de los precipitadores situacionales del delito

Aun después de esta ampliación a manos de Clarke & Homel (1997), Wortley (1997) argumenta que el marco de la prevención situacional no abarca los aspectos psicológicos de la interacción del delincuente con su entorno; en sus propias palabras (1997: 66), el concepto de oportunidad, cuando se aplica a la prevención situacional, es restrictivo y no captura totalmente la complejidad de la interacción personasituación como ésta se conceptualiza en el campo de la psicología, y como se reconoce en una interpretación más completa de la teoría de la elección racional3.

Wortley (1997, 1998, 2001) propone que hay al menos cuatros maneras en las que una situación determinada puede precipitar la comisión de un delito, por medio de: 1) provocaciones; 2) presiones sociales; 3) desinhibiciones que hacen que el delito se perciba como permisible, y 4) una alta activación emocional, que a su vez provoca una reacción antisocial.

De este modo, el concepto de"precipitadores del delito", de Wortley, viene a profundizar en la comprensión del paso al acto y en el proceso de toma de decisiones, intentando capturar de forma más holística la naturaleza de la relación entre individuo, ambiente y paso al acto.

2.3. Pugna teórica o semántica

Reconocen Cornish & Clarke (2003) que las propuestas de Wortley (1997, 1998, 2001) complementan la teoría de la elección racional, por lo que proceden a ampliar nuevamente el marco de la prevención situacional, esta vez añadiendo cinco nuevas técnicas, que intentan eliminar o reducir la influencia de estos precipitadores (vid. tabla 1).

Este nuevo énfasis en la interacción entre el individuo y el ambiente o situación nos recuerda el concepto de"racionalidad limitada" (bounded rationality) de la teoría de la elección racional (Cornish & Clarke, 2008). Entre otros, Wilson & Herrnstein (1985) han afirmado que la utilidad de la conducta no siempre es calculada perfectamente por las personas; el cálculo de costes y beneficios que se realiza está en función de, entre otras cosas, la mejor interpretación que los sujetos hacen ante una situación determinada (McCarthy, 2002).

A partir de esta constatación, el proceso de decisión criminal posee unas limitaciones específicas, dada su naturaleza. En este sentido,"el proceso de decisión es específico para cada delito" (Cornish & Clarke, 2008: 26). Aunque se suele considerar el hecho delictivo como un fenómeno único, lo cierto es que los delincuentes llevan a cabo diversos comportamientos que van configurando el delito, no siendo este, por tanto, consecuencia de un único comportamiento. Esto acarrea importantes implicaciones en el proceso de decisión, pues cada delito llevará aparejados una serie de comportamientos específicos y otros de carácter general (Cornish & Clarke, 2008).

La especificidad es el elemento central que ha influido decisivamente en el desarrollo de la prevención situacional del delito, así como en el desarrollo de técnicas específicas en función de las situaciones y delitos (Clarke & Cornish, 1985; Smith & Clarke, 2012). Más importante aún es el hecho de que es uno de los elementos clave a través de los cuales es posible articular los PSD dentro de la teoría de la elección racional (Clarke & Homel, 1997; Wortley, 1996).

Cornish & Clarke (2008: 27) sostienen que"las elecciones criminales se sitúan en dos amplios grupos: decisiones de ‘participación' y de ‘evento'". Se sostiene que las primeras tienen lugar antes de llevar a cabo el delito (e. g., la valoración de un individuo sobre sus capacidades, o los riesgos y las ventajas de involucrarse en el tráfico de drogas), mientras que las decisiones de evento suceden durante la materialización del delito (siguiendo con el mismo ejemplo, la valoración de dicho individuo acerca de la mejor localización para traficar, la manera de intercambiar droga y dinero, etc.).

Con respecto a las tres etapas en la participación (iniciación, habituación y desistencia), Cornish & Clarke (2008: 28) mantienen que, en cada una de ellas, el delincuente toma una serie de decisiones mediadas por el análisis de coste-beneficio. La secuencia de etapas se verá fuertemente afectada por las actividades cotidianas de los sujetos (Felson & Eckert, 2015) y por el abanico de lugares en los que se mueven (Brantingham & Brantingham, 1993; Wortley, 2008).

Así, podemos afirmar que los PSD y la teoría de la elección racional no son contradictorios, sino"etapas complementarias en el proceso de ofensa" (Wortley, 2008: 50). En este proceso, los PSD constituyen la primera etapa, y la oportunidad, la segunda. Según Wortley (1998), ciertos comportamientos delictivos pueden evitarse al efectuar una intervención en la fase de los precipitadores, sin necesidad de aplicar ninguna intervención para reducir o eliminar las oportunidades delictivas. Es más, Wortley mantiene que el control excesivo del comportamiento puede ser contraproducente, al ejercer este una presión en el individuo que puede llevarlo a reaccionar de forma negativa. De este modo, la"distinción entre oportunidades y precipitadores es más que un ejercicio de semántica" (Wortley, 2001: 4).

3. Objetivos y metodología

Habiéndose establecido los PSD como concepto y fenómeno independiente, en el presente estudio se procede a presentar una revisión sistemática de las evidencias empíricas que han tratado este tema en los últimos años, con el propósito de identificar las principales fortalezas y debilidades de este enfoque.

Siguiendo los parámetros estipulados por la Campbell Collaboration, se procedió a: 1) establecer unos criterios claros de inclusión y exclusión de trabajos; 2) desarrollar una estrategia de búsqueda detallada y explícita, y 3) codificar y analizar los resultados de los estudios de forma sistemática, siguiendo un método de análisis narrativo. Dada la gran variedad en los diseños utilizados por los estudios considerados, no fue posible realizar un meta-análisis de los resultados.

Para ser considerados en la revisión, los trabajos debieron ser de naturaleza empírica (ensayos y otros tipos de trabajos no empíricos fueron excluidos) y publicados en el 2007 o más tarde4. Los estudios debieron evaluar uno o varios PSD, o desarrollar o extender modelos o teorías basados en un examen empírico de los PSD. En esta revisión se consideran todos los trabajos, publicados o no.

En una primera instancia, se procedió a realizar una búsqueda por palabras clave en las siguientes bases de datos (en orden alfabético): Academic Search Premier; Business Source Premier; Dialnet; EJournals; Education Resources Information Center (ERIC); Google Scholar; Library, Information, Science & Technology Abstracts; MEDLine; National Criminal Justice Reference Service (NCJRS); ProQuest; PSICODOC; PsycCRITIQUES; PsycEXTRA; PsycINFO; Scopus; Serials Directory; Web of Knowledge, y WorldCat. Las palabras clave se eligieron a partir de los trabajos de Wortley (1997, 1998, 2001), y se utilizaron tanto en inglés como en castellano (vid. tabla 2). En la medida de lo posible, se restringió la búsqueda a trabajos donde las palabras clave aparecieran en los resúmenes (en vez de en el texto completo).

Para complementar la búsqueda por palabras clave, se realizaron otros tres tipos de búsqueda: 1) una revisión de las bibliografías de los trabajos identificados en la primera fase; 2) una búsqueda inversa, por medio de la cual se comprobaron los trabajos que citan a Wortley (1997, 1998, 2001), y 3) consulta con expertos en la materia, entre los que se encuentra el Dr. R. Wortley, con el fin de conocer los más recientes desarrollos del trabajo.

El número de devoluciones (sumando todas las búsquedas) fue de 2.194. Después de revisar todos los trabajos, solo 51 se ajustaron a los criterios de inclusión y exclusión, y en estos, empíricos, son en los que se basan los resultados de la revisión, los cuales se exponen a continuación.

4. Resultados

Existen cuatro grandes grupos de precipitadores situacionales del delito: 1) detonantes; 2) presiones; 3) permisos, y 4) provocaciones (Wortley, 1997, 2008; "vid. tabla 3). Los resultados de la revisión se presentan en relación con estos cuatro tipos de PSD. Sin embargo, se indica que es muy difícil mantener los diferentes trabajos dentro de categorías estancas, por lo que la clasificación de los PSD debe entenderse desde un punto de vista estrictamente teórico.

4.1. Detonantes

Los detonantes son"aspectos del ambiente inmediato" que activan"pensamientos, sentimientos o deseos" que hasta el momento"habían permanecido inactivos" (Wortley, 2008: 51). En síntesis, son situaciones que impulsan a llevar a cabo una conducta (Wortley, 1997). Dentro de ellos, se distinguen cuatro categorías: 1) desencadenantes; 2) señales; 3) imitación, y 4) expectativas.

Los desencadenantes se definen como estímulos ambientales que provocan respuestas fisiológicas involuntarias (Wortley, 2008) y/o respuestas comportamentales predecibles (Wortley, 1998). Un buen ejemplo es la excitación sexual provocada por el visionado de imágenes eróticas (en relación con el abuso sexual infantil, vid. Abel, Huffman, Warberg & Holland, 1998). También pueden encontrarse algunos trabajos que identifican insultos y situaciones similares, abuso de sustancias asociado a situaciones de desesperación, o relacionado con la infidelidad percibida por la pareja, como desencadenantes de agresiones (Appiahene-Gyamfi, 2007; Byun, 2012; Cao, 2011; Couto, Tillgren & Söderbäck, 2011; Graham, Bernards, Wells, Osgood, Abbey, Felson & Saltz, 2011; Graham & Homel, 2008; Green & Plant, 2007; McMurran, Hoyte & Jinks, 2012; Mugavin, 2007; Naved, Blum, Chowdhury, Khan, Bilkis & Koblinsky, 2012; Nemeth, Bonomi, Lee & Ludwin, 2012; Priks, 2010; Wells, Graham & Tremblay, 2009).

Las señales hacen referencia al hecho de que el ambiente inmediato nos ofrece información acerca de cómo debemos comportarnos (Wortley, 2008). Así, un semáforo en verde nos indica que podemos cruzar la vía, y uno en rojo, que debemos esperar. Como ilustración, Geller, Koltuniak & Shilling (1983) comprobaron que los robos de periódicos disminuían un 15 % de media al exhibir dos mensajes en los dispensadores de prensa, uno haciendo referencia a las consecuencias indeseables del comportamiento y otro apelando a la autorregulación del comportamiento. Homel, MacIntyre & Wortley (2014), por su parte, han mostrado que los ladrones de casas observan señales tales como la presencia de perros o de ocupación de la vivienda. En la misma línea, Copes & Cherbonneau (2014) reseñan, a través de la etnografía, que dentro del contexto de la elección racional, los individuos que roban vehículos tienen en cuenta ciertas señales externas para evaluar los costes y beneficios.

La imitación hace alusión a cómo se emula un comportamiento observado. El ejemplo más claro es cómo un niño lleva a cabo comportamientos agresivos tras observar a otros niños desarrollar estas acciones, en especial si se les ofrece una recompensa(Bandura, 1965; Wortley, 1998). Estos modelos también pueden estar representados simbólicamente en los medios de comunicación, como, e. g., en el caso de comportamientos agresivos tras visionar películas violentas (Bandura, Ross & Ross, 1963; Wortley, 2008) o tras jugar a videojuegos violentos (Anderson, Sakamoto, Gentile, Ihori, Shibuya, Yukawa, Naito, M. & Kobayasi, 2008).

En relación con conductas de imitación, Pšunder & Cvec (2012) han sugerido que aunque no suele ser frecuente que el visionado de películas o programas violentos detone comportamientos violentos en los menores, sí puede generarles un sentimiento de minimización de las consecuencias de estas conductas. Hasan, Bègue & Bushman (2012), por su parte, señalan que el efecto de los videojuegos violentos en la agresión no es directo, sino indirecto, en tanto afecta las expectativas (del uso de la violencia) de los sujetos. En este sentido, la violencia no se asocia con la imitación directamente, sino que afecta las expectativas de hostilidad de los sujetos. Por otra parte, Van der Rakt, Niewbeerta & Apel (2009) hallan cierto soporte a la imitación en relación con la delincuencia que se da entre hermanos en un estudio sobre carreras criminales, aunque el efecto directo de los amigos en común no ha sido considerado. En sentido contrario, Hensley & Tallichet (2008) y Overton, Hensley & Tallichet (2012) no han hallado una relación entre la conducta violenta (interpersonal y hacia los animales) y la imitación, en la línea de lo expuesto por Pratt, Cullen, Sellers, Winfree, Madensen, Daigle, Fearn et al. (2010).

Las expectativas se refieren a cómo un sujeto responde ante una situación con base en sus ideas preconcebidas (Wortley, 2008). La"teoría de las ventanas rotas" (Kelling & Coles, 1998; Wagers, Sousa & Kelling, 2008; Wilson & Kelling, 1982) es un buen ejemplo; el deterioro del barrio lleva aparejado el que aparezcan ciertos comportamientos indeseables (vandalismo, grafiti, etc.), ya que este deterioro"invita" a la actividad criminal. Las expectativas desempeñan un papel fundamental, asimismo, a la hora de explicar por qué son más frecuentes las agresiones en unos entornos de ocio que en otros (Graham & Homel, 2008). Wells et al. (2009) también señalan que la percepción de que la agresión está normalizada y aceptada en estos ambientes es uno de los principales detonantes de las conductas violentas en dichos entornos.

4.2. Presiones

Este tipo de PSD se refiere a las situaciones en las cuales el grupo social del sujeto ejerce presión sobre el mismo para que se comporte de manera"inapropiada" (Wortley, 2008). Enumeramos cuatro grandes categorías: 1) conformismo; 2) obediencia; 3) conformidad/desafío, y 4) anonimato.

El conformismo se refiere a la tendencia de los sujetos a adoptar las normas y los comportamientos de los grupos en los que se encuentran en cada momento, incluso cuando dichas normas y comportamientos vayan en contra de sus principios y/o valores (Wortley, 2008). Un claro ejemplo podemos encontrarlo en la corrupción dentro de las organizaciones (Wortley, 1998) y, cómo no, dentro de la teoría de las subculturas, en la que las normas impuestas por los pares desempeñan un papel fundamental (Akers, Krohn, Lanza-Kaduce & Radosevich, 1979). En relación con este tipo de precipitador, Buijs, Hekma & Duyvendak (2011) encuentran una relación entre la violencia hacia personas homosexuales y la presión del grupo para cometer las agresiones, si bien es cierto que esta relación está mediada con las expectativas de comportamiento grupal con respecto al colectivo victimizado. Weerman & Hoeve (2012) también hallan una acusada relación entre el comportamiento de los amigos delincuentes y las conductas delictivas de los jóvenes estudiados. Akbulut, Sendag, Birinci, Kiliçer, Mehmet & Odabasi (2008) han señalado que la presión de los pares en estas conductas tiene un efecto muy pequeño en la generación de conductas deshonestas en la red, y Schad, Szwedo, Antonishak, Hare & Allen (2008) encuentran un efecto de la presión grupal en las agresiones y la victimación entre parejas adolescentes en el caso de las agresiones en el ámbito de la pareja. Stolzenberg & D´Alessio (2008), en sentido contrario, no encuentran, por su parte, evidencia de presión de los pares a la hora de delinquir.

La obediencia consiste en llevar a cabo órdenes recibidas por parte de otros que son percibidos con cierto grado de autoridad legítima (Wortley, 2008). El máximo exponente de este precipitador está basado en los trabajos de Milgram (1974 [2009]; vid. también Blass, 1991) sobre la obediencia a la autoridad. Siguiendo otro ejemplo citado por el autor, podemos referirnos aquí a la corrupción policial (Fitzgerald, 1989).

La conformidad y su concepto opuesto, el desafío, se refieren al proceso mediante el cual el individuo atiende (o no) a las peticiones directas emitidas por los demás (e. g., personas, instituciones, publicidad, etc.; Wortley, 2008). Un buen ejemplo de desafío es desobedecer las señales de"no fumar" en una cafetería. Dos exponentes acerca de la conformidad pueden encontrarse en los trabajos de Bottoms, Hay & Sparks (1995) y Sparks & Bottoms (1995), según los cuales las instrucciones son seguidas de una manera más fiel si son percibidas como justas y legítimas. En sentido contrario, Sherman (1993) refiere que las reglas y sanciones percibidas como injustas e incoherentes aumentan las posibilidades de delinquir. Este precipitador ha sido identificado en los trabajos de Kai-Yung, Heng & Bullock (2007) y Passini & Morselli (2010).

Por último, el anonimato viene a referirse a la desinhibición producida en un sujeto por efecto del grupo. Un buen ejemplo se puede encontrar en los saqueos a tiendas tras producirse disturbios graves, como los acaecidos en el Reino Unido en el 2011, en los que se involucran personas que, en condiciones normales, tienen un comportamiento adaptado por completo a la vida en sociedad, debido presuntamente a la sensación de anonimato que la masa produce. Un clásico estudio a partir de los trabajos de Zimbardo (1974; vid. Rogers & Ketchen, 1979) demuestra que, en efecto, el anonimato reduce el riesgo percibido de ser detectado y/o reprochado cuando se lleva a cabo una conducta antisocial. Hinduja (2008) también ha reseñado con anterioridad que el anonimato (e. g., al usar pseudónimos) a la hora de piratear música a través de la red hace más probable que se lleven a cabo estas conductas, en la línea de los trabajos de Baggili & Rogers (2009) y de Ševcíková & Šmahel (2009).

4.3. Permisos

Los permisos hacen referencia a los factores situacionales que"ayudan a distorsionar los procesos de razonamiento moral y permiten a los individuos emprender comportamientos prohibidos" (Wortley, 2008: 55). En este sentido, este tipo de precipitadores procede directamente del trabajo de Sykes & Matza (1957). Así, existen cuatro categorías de permisos, los cuales se refieren a minimizaciones de: 1) las reglas; 2) la responsabilidad; 3) las consecuencias, y 4) las víctimas.

La minimización de las reglas ocurre cuando los infractores llevan a cabo comportamientos inadecuados justificándose en expresiones tales como"todo el mundo lo hace" (Wortley, 2008). Como muestra el estudio de Hollinger & Clark (1983), los robos por parte de empleados en las empresas tienen una estrecha relación con la insatisfacción en el trabajo, motivo utilizado para justificar su comportamiento. Hinduja & Ingram (2008) han demostrado que las creencias acerca de las leyes inciden en el desarrollo de las conductas de piratería musical, en el sentido de que cuanto peor sean valoradas las leyes antipiratería, más actividades ilegales se cometen .

Pornari & Wood (2010) también han encontrado soporte a este precipitador en su estudio sobre agresiones a través de internet.

La minimización de la responsabilidad da cuenta de la justificación de un comportamiento al culparse a otros sujetos o a otro factor externo en vez de a uno mismo (Wortley, 2008). E. g., un individuo puede intentar justificar un hecho antisocial o delictivo con base en el consumo excesivo de alcohol, incluso cuando este sea intencional. A otro nivel, Bandura (1977) señala que las personas tienden a diseminar su responsabilidad entre el grupo creando una responsabilidad colectiva que trae aparejada una minimización de la propia responsabilidad. También Pornari & Wood (2010) encuentran que las agresiones a pares a través de la red se relacionan con la percepción de los agresores de que la responsabilidad queda diluida.

La minimización de las consecuencias ocurre cuando agresores niegan el daño que están cometiendo (Wortley, 2008). E. g., Greenberg (2002) explica cómo los empleados que cometen robos dentro de la empresa consideran su comportamiento aceptable en tanto esta podía fácilmente asumir los gastos. McMurran, Hoyte & Jinks (2012) también identifican este precipitador en relación con las conductas violentas generadas tras el consumo de alcohol por parte de los jóvenes.

Por último, la minimización de las víctimas se da cuando un individuo percibe que delinquir contra cierto tipo de víctimas (con base en los estereotipos, e. g.) no es en verdad grave o constituye un delito realmente (Wortley, 2008). Siguiendo con los ejemplos del autor, podemos citar el hecho de que violar a una prostituta no sea percibido como un delito. Ellenbogen, Trocmé & Wekerle (2012) también ofrecen soporte a este precipitador, en tanto lo relacionan con las conductas de agresión dentro del ámbito de la pareja. De forma consistente, la minimización de las víctimas se relaciona con las agresiones al colectivo homosexual, según los resultados ofrecidos por Buijs et al. (2011).

4.4. Provocaciones

El cuarto tipo de PSD son las provocaciones, que se definen como situaciones que pueden generar en los individuos situaciones de estrés y provocar respuestas antisociales (Wortley, 2008). Una vez más se contemplan cuatro categorías: 1) frustración; 2) hacinamiento; 3) territorialidad, y 4) estresores ambientales.

La frustración es un estado emocional que se produce cuando a un individuo no se le permite el acceso a un objetivo, o la consecución de un fin (Wortley, 2008). Un buen ejemplo serían las discusiones que a veces surgen cuando se compite por un sitio donde aparcar. En esta misma línea, Agnew (2006) señaló, al repasar su"teoría general de la tensión" (Agnew, 1992), que ciertos estresores pueden incrementar la probabilidad de delinquir; estos pueden incluir la incapacidad de lograr metas a nivel monetario o de estatus, la pérdida de un componente positivo importante, como pueda ser la pareja, o la presentación de un estímulo negativo, tal como un insulto. Esta teoría ha recibido apoyo empírico en distintos países y culturas (Botchkovar, Tittle & Antonaccio, 2009; Liu & Lin, 2007), con datos referentes al acoso escolar y la victimización (Cullen, Unnever, Hartman, Turner & Agnew, 2008), entre diferentes grupos étnicos (Brodie-Walker & Morgan, 2011; Pérez, Jennings & Gover, 2008; Walters, 2011) y entre pandilleros (Tsunokai & Kposowa, 2009). Sin embargo, evidencia contradictoria también ha surgido (Felson, Osgood, Horney & Wiernik, 2012). Spohn (2012) ha señalado que la presión de los pares y el tener amigos delincuentes tiende a reducir el efecto de la tensión en la delincuencia violenta, lo cual indica que quizás otras variables afectan a la delincuencia de manera más acusada que la tensión, o que es posible que las variables utilizadas covaríen.

El hacinamiento es entendido como la experiencia psicológica causada por condiciones de alta concentración de personas (Wortley, 2008). Como Wortley reseña, debe distinguirse entre el hacinamiento"exterior" y el"interior", los cuales hacen referencia a diferentes escalas. El hacinamiento exterior depende de la densidad de población en un barrio o ciudad, la cual se ha asociado repetidamente con las ratios de delincuencia (e. g., Gove, Hughes & Galle, 1979). El hacinamiento interior concierne a espacios mucho más reducidos, tales como un bar de copas (Graham & Homel, 2008; Graham, Bernards, Osgood & Wells, 2012) o una celda (Bierie, 2012; San Juan, 2000; Steiner & Wooldredge, 2009).

La territorialidad se define como la tendencia de los sujetos a reclamar para sí una determinada área geográfica (real o imaginaria) y a considerar legítimo defenderla de"intrusos" (Wortley, 2008). Siguiendo a Wortley, podemos decir que, por una parte, la invasión del territorio puede provocar respuestas agresivas, lo cual fue demostrado por Kintrea, Bannister & Pickering (2010). Por otra parte, la territorialidad puede disuadir a delincuentes de cometer delitos en una zona determinada, si los residentes cuidan su entorno al percibirlo como propio (Newman, 1972).

Los estresores ambientales son factores naturales que pueden afectar en forma negativa el comportamiento humano (Wortley, 2008). Estos estresores proceden de la naturaleza y son difícilmente controlables por las personas. La temperatura, la polución o el viento son algunos de los ejemplos que el autor ofrece. Hay numerosos estudios que brindan evidencia de una asociación positiva entre la temperatura ambiental y las tasas de delito, tanto contra la propiedad como de violencia (e. g., Field, 1992; Horrocks & Menclova, 2011; McDowall, Loftin & Pate, 2012; Rotton & Frey, 1985; Sorg & Taylor, 2011). No obstante, parece haber variaciones importantes según el área geográfica estudiada (Andresen, 2013; Andresen & Malleson, 2013; Tompson & Bowers, 2013). Además, no son pocos los problemas metodológicos a la hora de utilizar los datos agregados que permiten efectuar este tipo de análisis (Andresen, 2013; Andresen & Linning, 2012).

5. Fortalezas, debilidades y futuro del enfoque

Del repaso de la literatura científica es posible afirmar que, efectivamente, los procesos de toma de decisión de las personas pueden estar influenciados en el sentido descrito por Wortley (2008). Los ejemplos más claros los constituyen los estudios que tratan acerca de desencadenantes de las agresiones o de provocaciones. A modo de ejemplo, Appiahene -Gyamfi (2007), Byun (2012) y Felson et al. (2012) han señalado los efectos que las agresiones o los insultos pueden tener sobre la violencia ejercida por las personas en clave de desencadenante, aunque, eso sí, desde distintos marcos teóricos como base de los trabajos.

Esta heterogeneidad observada (en los marcos teóricos) es una consecuencia natural de las múltiples influencias teóricas a partir de las cuales Wortley (2008, 2012) ha articulado su propuesta (teoría de la elección racional, teoría general de la tensión y teoría del aprendizaje social, entre otras). A pesar de que, en general, la integración de la teoría de la elección racional con otras perspectivas se percibe como un paso positivo dentro del campo de la criminología (Agnew, 2011; Tibbets, 2014a), a menudo estos intentos de integración hacen que se definan y enfoquen los constructos utilizados de forma muy diferente en distintos trabajos, lo cual dificulta la identificación y catalogación de estudios sobre los PSD. E. g., aunque la territorialidad es un concepto determinante en relación con tipos de delincuencia tales como la relacionada con las bandas juveniles (Gordon, Rowe, Pardini, Loeber, White & Farrington, 2014; Verkuyten, Sierksma & Thijs, 2015) o la violencia asociada a eventos deportivos (Stott, 2014), no suele manejarse como PSD. Una excepción a este hecho, por motivos obvios, lo conforma el experimento de Wortley & McFarlane (2011), a través del cual se puede observar que este precipitador, operativizado en dos dimensiones (propietario y guardián), tiene relación con los hurtos. En este sentido, los autores comprobaron cómo las señales territoriales (una tarjeta firmada o no firmada) afectan los niveles del robo de dicha tarjeta, siendo menores los casos de hurto cuando la tarjeta estaba firmada que cuando no.

Es evidente que la operativización de los constructos aquí manejados es un punto crítico que debe ser tenido en cuenta. Sin embargo, como Pratt et al. (2010) han señalado, existe aún poca cultura en nuestro campo a la hora de analizar y medir los efectos de las variables que calculamos en nuestros estudios. A este pernicioso hecho se unen las dificultades que, en relación con los PSD, son fácilmente observables: el hecho de que en ocasiones la racionalidad sea sesgada y se dé por etapas –el concepto de"bounded rationality" (Cornish & Clarke, 2003)– afecta los diseños experimentales, y es una dificultad a la hora de considerar ciertos estudios, como, e. g., los que hacen referencia a la agresión provocada desplazada en el tiempo (Denson, Aviles, Pollock, Earleywine, Vasquez & Miller, 2008; Denson, Spanovic, Aviles, Pollock, Earleywine & Miller, 2011).

También es necesario reseñar que existe cierta ambigüedad al clasificar ciertos PSD. E. g., Salmon & Serra (2013) han estudiado tres escenarios de ruptura de las reglas (robo, soborno y malversación) desde el punto de vista"mertoniano" de"objetivos y medios". En este sentido, estaríamos ante una minimización de las reglas, la cual entra dentro de la categoría de"permisos". Al mismo tiempo, este fenómeno también podría situarse en relación con la conformidad o el desafío, los cuales se enmarcan dentro de las"presiones".

Otra dificultad encontrada al estudiar los PSD es que a menudo es difícil aislar ciertas variables. E. g., aunque el efecto de la obediencia dentro del marco de las bandas juveniles parece desempeñar un papel bastante relevante, es imposible aislarlo de la influencia de la presión grupal (Regoli, Hewitt & DeLisi, 2014). Del mismo modo, existen ciertas limitaciones en el estudio de la conformidad y el desafío (al menos, en los términos propuestos), ya que es complicado aislar el efecto de otras variables situacionales, como se desprende de los estudios sobre agresiones en entornos de ocio (Graham et al., 2012; Wells et al., 2009).

Un punto crítico en la investigación futura sobre los PSD es la necesidad de atender a los diferentes tipos de delincuentes o a delitos de carácter emotivo, contingencias que tanto Wortley (2008, 2012) como Cornish & Clarke (2003, 2008) sí han tratado, pero que no son tenidas en cuenta por los distintos trabajos, con contadas (y recientes) excepciones. Así, e. g., el estudio de Homel et al. (2014) ha analizado cómo los ladrones de casas eligen sus objetivos. Wortley & Smallbone (2014) se han aproximado a cómo los agresores sexuales de menores eligen a sus víctimas en función de la situación y su"arousal". Bouffard (2014) se ha centrado en los comportamientos de abuso sexual y en cómo la percepción de las consecuencias del mismo afecta el comportamiento de los agresores. Rosenkrantz-Lindegaard, Bernasco, Jacques & Zevenbergen (2014) han estudiado las emociones de los ladrones antes, durante y después de sus actividades delictivas. Copes & Cherbonneau (2014) se han aproximado a la persistencia de los ladrones de vehículos desde la óptica de los riesgos y las recompensas que valoran estos. Jacques & Bernasco (2014) han estudiado el fenómeno del tráfico de drogas, por su parte, y Zanella (2014) se ha aproximado al fenómeno de la corrupción en los procesos de contrataciones públicas.

La reciente investigación acerca de los modelos de decisión criminal parece vincular los aspectos ambientales a las emociones de los sujetos (e. g., Tibbets, 2014b; Treiber, 2014), hecho por el que parece aconsejable que la investigación futura en la materia tenga en cuenta las características personales y sociales de los sujetos, además de las oportunidades delictivas, en combinación con la vertiente que sugiere la aproximación basada en los precipitadores situacionales del delito. E. g., Thompson & Leclerc (2014) han empezado a utilizar variables personales en combinación con los precipitadores en el caso del"stalking", si bien únicamente desde la óptica de la elección racional.

6. Conclusión

En resumen, dado que los PSD incluyen una muy extensa gama de factores y fenómenos, se hace necesario el uso de metodologías de análisis y operacionalización comunes o, al menos, comparables entre sí, con el objetivo de avanzar de forma más eficaz el estudio del impacto que la interacción persona-ambiente tiene en el comportamiento delictivo y/o antisocial. Como Wortley & Summers (2005) concluían en su experimento para reducir el desorden en prisiones,"es posible conseguir reducciones importantes de los conflictos introduciendo pequeñas variaciones en el ambiente", lo cual es una buena muestra del potencial de esta perspectiva que, de momento, sigue alojada dentro del marco de la prevención situacional del delito.

A mayor abundamiento, Wortley (1997) critica con vehemencia que la teoría de la elección racional se fundamentara solamente sobre la aplicabilidad de los principios utilitaristas, dado que no se puede ser capaz de capturar a través de esta toda la complejidad de la interacción entre la persona y la situación. Considerar los PSD dentro de, o en combinación con, la elección racional permite que, a nivel teórico, sea posible defender mejor de las críticas las estrategias situacionales de prevención de la delincuencia y, a nivel práctico, se puedan poner en práctica estrategias"blandas" y novedosas.

En nuestra opinión, a través de los diferentes estudios consultados, saber cómo las personas se relacionan con el ambiente es crucial para conocer los procesos de toma de decisiones delictivas, en la línea de lo propuesto por Wortley (2014). No obstante, no es menos importante saber cómo el ambiente modifica el comportamiento de las personas en un sentido u otro, tanto de cara a conocer la génesis del comportamiento delictivo como en relación con su prevención.

En todo caso, el enfoque de la prevención situacional del delito ha sido muy criticado por corrientes derivadas de la criminología crítica (Raymen, 2015). Por un lado, se le acusa de teorizar de una manera en exceso simplista sobre las causas de la delincuencia; por otro, se le critica el no atender lo suficiente a la complejidad de las sociedades, dado que los elementos socioculturales deben ocupar un espacio preferencial en el análisis de las causas del delito. Otra crítica común de este enfoque se refiere a cómo este supuestamente pasa por alto las características emocionales de la delincuencia.

Evidenciadas estas críticas al enfoque, es necesario responder desde el punto de vista que nos ocupa: en primer lugar, el enfoque de los PSD no pretende dar una explicación de la delincuencia per se; antes bien, busca capturar la complejidad del proceso de toma de decisiones, integrando diferentes teorías y modelos explicativos, y dando un paso más allá de la mera explicación de la delincuencia.

En segundo lugar, los elementos socioculturales de la sociedad no pueden sino estar incluidos dentro del enfoque de los PSD, en tanto se atiende a la complejidad de las características propias de las personas, las cuales incluyen estos aspectos.

En tercero y último lugar, uno de los elementos centrales del enfoque de los PSD es la captura de las emociones vinculadas al proceso de toma de decisiones, por lo que es innegable el esfuerzo que se hace desde esta vertiente para observar de forma holística el concepto de emoción vinculado a la cognición y al paso al acto.

Raymen (2015) ha ido un paso más allá en las críticas a la prevención situacional, al efectuar un análisis a partir de la llamada teoría"ultra-realista" (Hall & Winlow, 2015), y concluye que estas técnicas generan, de forma activa, ambientes que aumentan las subjetividades de las personas sobre la competencia individualista y asocial, sumándose así a las críticas de Hayward (2012), quien considera que dichas técnicas no alcanzan a incorporar elementos como la emoción a la explicación del delito en las sociedades actuales. Sin embargo, estas críticas han sido también formuladas por Wortley (1997, 2001), por lo que, si bien es posible observar debilidades del enfoque, lo cierto es que desde este mismo punto de vista se intenta poner remedio a dichas debilidades.

A estas críticas sobre la aplicabilidad de la teoría de la elección racional podemos sumar las críticas acerca del concepto de oportunidad: más allá de aspectos semánticos, y reconociéndose el valor que este concepto ha tenido para el desarrollo de la criminología (Redondo & Martínez-Catena, 2015), se identifican grandes problemas de operativización del concepto en sí mismo (Redondo, 2015; Redondo & Martínez-Catena, 2015), máxime si nos situamos en el plano de la relación entre motivación y oportunidad a nivel causal (Serrano-Maíllo, 2009)5.

Recogiendo el guante de estas críticas, sobre la desatención de la criminología ambiental en torno al individuo y sus emociones (o motivaciones, llegado el caso), parece una buena oportunidad comprobar si algunas metodologías utilizadas en otros ámbitos científico-técnicos pueden, por un lado, conseguir ampliar la capacidad explicativa de los precipitadores situacionales del delito a la hora de arrojar luz sobre la interacción persona/ambiente (en el ámbito de la delincuencia) y, por otro, ayudar a rebatir las críticas que estas vertientes reciben desde otras orientaciones teóricas.

Este doble objetivo metodológico-explicativo no está exento de problemas: no debe olvidarse que los precipitadores situacionales del delito hacen referencia a aquellos elementos del ambiente que modifican a nivel subcognitivo el proceso de toma de decisiones aparentemente racional de las personas, llevándolas a cometer un acto delictivo (Wortley, 1997, 1998, 2001). Así, como se señaló, en el proceso de toma de decisiones es muy probable que se dé una"racionalidad sesgada" (Cornish & Clarke, 2008), por lo que deberemos tener en cuenta la mejor interpretación que las personas hacen de cada situación (McCarthy, 2002) para conocer cómo operan los precipitadores en la toma de decisiones. Por tanto, deben considerarse las características personales y sociales de cada individuo para poder comprender mejor esa"mejor interpretación" de las situaciones.

Agradecimientos

Los autores desean agradecer a la Dra. Esther Fernández-Molina, de la Universidad de Castilla-La Mancha, su ayuda a la hora de diseñar el trabajo de revisión sistemática de la literatura disponible.

Los autores desean hacer constar que no existe ningún conflicto de intereses real o potencial derivado de la elaboración del presente trabajo.

Conflicto de intereses

Los autores desean hacer constar que no existe ningún conflicto de intereses real o potencial derivado de la elaboración del presente trabajo.


Notas

1Aunque la traducción más adecuada es"precipitantes", se ha decidido mantener la denominación de"precipitadores" para conservar la literalidad del término original en inglés en la medida de lo posible.

2Debe reseñarse en este punto, en relación con el pesimismo imperante en la época respecto del"nothing works", que el mismo Martinson, en trabajos posteriores (Lipton, Martinson & Wilks, 1975; Martinson, 1979), y utilizando los mismos o casi los mismos datos, afirmó que"algunos programas de tratamiento tenían un notable efecto positivo en las tasas de reincidencia" (Martinson, 1979: 244).

3Traducción del original en inglés a cargo de los autores.

4En la primera revisión se consideraron trabajos hasta el año 2013. Para el presente trabajo se ha ampliado hasta el 2014 el proceso de búsqueda.

5A la luz de estas discusiones, parece sensato pensar que, en la línea de Van der Laan, Blom & Kleemans (2009) y de Osgood, Wilson, O´- Malley, Bachman & Johnston (1996), la oportunidad trasciende la motivación, en tanto en cuanto podemos considerarla un concepto relacionado con la facilidad de poder generar un comportamiento, antes que una característica ambiental que, per se, aumente la supuesta motivación del individuo. Así, en palabras de Redondo (2015: 202),"nos enfrentamos más a un problema metodológico, de medición independiente de ambas variables –motivación personal y oportunidad– que no sustantivo, de completo solapamiento entre ellas".

6Los trabajos empíricos incluidos en la revisión sistemática se designan con un asterisco.


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