Un día cualquiera, un taxi llegó hasta las empinadas y populosas calles del barrio Comuneros, de Manizales (Caldas), y sin el mayor asomo de humanismo, sus ocupantes abandonaron en plena calle a un abuelo en precarias condiciones. Ni siquiera portaba documento alguno. De seguro, quienes lo hicieron sabían de la generosidad del patrullero y padre anglicano John Jairo Arbeláez López, un manizaleño de 27 años que desde hace 7 combina la fuerza de la ley con la fuerza de la palabra de Dios para cumplir su vocación de servicio a la comunidad.Y así fue, el patrullero de Dios lo recogió y lo albergó en el ancianato en el barrio Comuneros, donde murió tres años más tarde al menos protegido por la bondad de este sacerdote que golpea las puertas de almas caritativas para llevar el sustento diario para estos hijos del olvido. El padre, un licenciado en ciencias religiosas y presbiterales, ingeniero electrónico y tecnólogo en mantenimiento de equipos biomédicos y con un diplomado en mediaciones pedagógicas, ya había dejado huella en Pácora (Caldas), donde, en compañía de otros policías, creó un grupo de 20 superabuelas, con las cuales alejó la violencia paramilitar y acercó la Policía a la ciudadanía. Además de proteger a sus abuelos, el sacerdote, hijo de un policía jubilado, también dedica tiempo para proteger a 55 niños. Les ayuda en lo terrenal y espiritual, desde conseguirles unos tenis o una muda de ropa hasta prepararlos para la Primera Comunión o la Confirmación. Con otros, en especial estudiantes de colegios y escuelas, comparte sus conocimientos de electrónica para que puedan desde arreglar su propio computador hasta pensar en seguir esa profesión.