En medio de la intensa cacería para dar con el paradero del más temido jefe guerrillero de las Farc, Jorge Briceño Suárez, ‘El Mono Jojoy’, nació un amor imposible.
Corría marzo de 2008 cuando un suboficial de la Policía Nacional llegó hasta La Macarena (Meta) en un viejo carro vendiendo desde brebajes hasta botas de caucho y machetes, todo con el fin de reforzar la búsqueda del cabecilla que un mes atrás había descubierto a un oficial infiltrado y lo había asesinado.
Así comenzó su trabajo de inteligencia, hasta detectar que la matrona del hotel donde se hospedaba era una de las cocineras preferidas del hombre que lideraba el Bloque Noroccidental de las Farc. Pero su presencia, como la de todo forastero, generó desconfianza en las filas guerrilleras y pronto comenzaron a hacerle seguimientos.
La encargada de la misión fue una curtida guerrillera, reclutada cuando apenas tenía 15 años. Se acercó a la tienda donde el vendedor contaba sus secretos de cómo hacer para que las pilas duren más y de cómo meterles mano a los motores de carros vetustos. La mujer, de piel morena, ojos negros y aspecto fuerte, posaba de campesina que bajaba al pueblo a comprar algunos víveres, pero algunas cicatrices de la guerra la delataban. El policía secreto decidió invitarla a tomar algo. Y entre gaseosa y gaseosa, entre cerveza y cerveza y entre trago y trago se fueron acercando.
Luego vinieron las caminatas por la orilla del río y el enamoramiento pleno. Pronto, la guerrilla ordenó hacerle contrainteligencia a su compañera de armas, para saber si se había convertido en soplona del supuesto enemigo que debía desenmascarar. Y mientras sus superiores planeaban someterla a un consejo de guerra por traición, el policía destapó sus cartas y le propuso desertar y desmovilizarse.
Después de pensarlo noches enteras, la subversiva, aprovechando que los demás dormían mientras ella montaba guardia, planeó su fuga para una madruga de agosto. En medio de la espesura del bosque y de las tinieblas que lo cubrían todo se topó de frente con otro guerrillero. Pensó que era su fin, pero, por fortuna, también quería desertar. Tan solo habían recorrido unos cuantos metros de manigua cuando alguien llamó por su nombre al subversivo desertor y le ordenó levantar las manos. La fugitiva volvió a pensar que la suerte se le había acabado, pero no, a ella no la había visto el cazador.
Su compañero de fuga aceptó su tragedia, pero no la delató. Con el nuevo día, la mujer siguió buscando el camino de la libertad, hasta encontrarse con el amor de su vida en un lejano caserío. Entregó su fusil, algunos documentos clave y un pequeño álbum con las fotografías de niños reclutados.
Bajo la protección de la fuerza pública, la mujer llegó a Bogotá, donde días después se reencontró con el hombre que la sacó de las trincheras de la guerra y le propuso matrimonio, luego de tres años de noviazgo. Hoy, viven en una de las ciudades más grandes de Colombia.
Aquí Nuestras Historias 50 Crónicas de Reconciliación.
An impossible love in the shad ow of ‘El Mono Jojoy’
In the middle of the intense hunt for the whereabouts of the most feared guerrilla leader of the Farc, Jorge Briceño Suárez, ‘El Mono Jojoy’, was born an impossible love. It was March 2008 when a sergeant major of the National Police arrived to La Macarena (Meta) in an old car selling from drinks to rubber boots and machetes, all in order to strengthen the search for the leader who a month ago had discovered an officer infiltrated and killed him.
Thus he began his intelligence work, untill he detected that the administrator of the hotel where he was staying was one of the favorite cooks of the man who led the Northwest Block of the Farc. But his presence, like that of any stranger, generated distrust in the guerrilla ranks and soon they begun to follow him. In charge of the mission was a woman former experienced guerrilla, recruited when she was 15 years old. went to the store where the seller had his secrets of how to make the batteries last longer and how to get his hands into decrepit car engines. The woman, with dark skin, dark eyes and strong appearance, posing as a peasant who was coming down into town to buy some food, but some scars of war gave her away. The secret police decided to invite her for a drink. And between drinks they were approaching.
Then came the walks along the river and full infatuation. Soon, the guerrilla ordered counterintelligence to his armourer comrade, to see if she had become a snitch of the the supposed enemy that must be unmask. And while their superiors planned to submit her to a war trial for treason, the police uncovered himself and proposed her to desert and demobilize. After thinking whole nights, the subversive, taking advantage that the others were sleeping while she was guarding, she planned her escape for an early morning in August. In the middle of the dense forest and darkness that covered everything she came face to face with another guerrilla. she thought it was over, but, fortunately, he also wanted to escape. They had only traveled a few meters from manigua when someone called the subversive deserter by his name and ordered him to raise his hands. The fugitive thought again that she han ran out of luck, but no, she had not seen the hunter.
Her escape companion accepted his tragedy, but not betrayed her. With the new day, the woman continued to seek the path of freedom, to meet the love of her life in a distant village. she gave her rifle, some key documents and a small album with photographs of children recruited.
Under the protection of the police, the woman arrived to Bogotá, where days later she was reunited with the man who cleared the trenches of war and proposed her marriage, after three years of dating. Today, they live in one of the largest cities in Colombia.
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