Por los cielos del país, cuando se apaga el 2014, sigue surcando un modelo de aeronave que ni los propios ingenieros que la construyeron en la década del 30 en Estados Unidos se imaginarían que, comenzando el 2015, su creación continuaría rompiendo el viento.Pilotos, ingenieros aeronáuticos y conocedores de este campo coinciden en que los DC-3, llamados con nostalgia entre los más veteranos y con respeto entre los novatos los 'abuelos del aire', son una joya fuera de museo que sigue vigente por sus características. Si bien son aviones que se utilizaron para la Segunda Guerra Mundial, hoy en día se resisten a morir, y a diferencia de los demás prototipos sofisticados que se esconden en las nubes y cuentan con sistemas automatizados, que casi ni requieren de requieren de piloto en sus distintas fases de vuelo, estos ejemplares son totalmente manuales. Se necesita destreza para maniobrarlos.Para el Mayor Christian Galvis, piloto de la Policía Antinarcóticos, institución que cuenta con cuatro DC-3 y es la única Policía del mundo en tenerlos en su flota -llegaron a Colombia en 1990, 2005 y 2006-, este avión es semejante a "un camión con alas"."Los DC-3 son aviones robustos, muy fuertes, especialmente en la parte de los trenes de aterrizaje. Están hechos para aterrizar en potreros si es del caso. Aguantan el uso y el abuso", explica el Mayor Galvis.Distinto a otros aviones de la Policía y las Fuerzas Militares que permanecen estacionados en el aeropuerto de Catam allí, el DC-3 es inclinado. Su trompa mira al cielo, desafiante, seguro de que sus 80 años de historia son pocos.Las llantas que salen a partir de sus alas son más grandes y marcan mayor distancia al piso que la rueda que parte de su cola, eso explica su inclinación.Esa postura, estando en tierra, hace pensar en imágenes de la Segunda Guerra Mundial, donde esta aeronave fue adaptada para dejar de ser meramente un vehículo de transporte de pasajeros y carga, a un avión de uso militar, en el que transportaban heridos, armamento, víveres y tropas, algunas de las funciones para las que hoy la Policía Antinarcóticos y otras instituciones como la Fuerza Aérea aún utilizan el DC-3.Pero este tipo de bimotor no solo aparece entre archivos históricos de la Segunda Guerra. En materia de cine, el DC-3 también ha contribuido. Su debut en la pantalla grande fue en 1973, gracias a Frank Capra, quien lo escogió para su producción 'Horizontes perdidos', una película en la que una de estas aeronaves aterriza aparatosamente en medio de una tormenta de nieve en el Himalaya.En Colombia, el DC-3 llegó gracias a Avianca. Una vez se fundó la compañía, en 1940, este modelo, joven para la época, fue el primero que utilizó la empresa para el transporte de pasajeros. Alguna vez, recuerda Galvis, en una feria aérea en Rionegro (Antioquia), "llegaron los pilotos antiguos de Avianca. Esa gente se montaba en estos DC-3 y era agradable verlos. Comenzaban como a soñar ahí montados. 'Qué bueno que estén volando esto. Yo volé esto en Avianca no sé hace cuantos años' ", dice Galvis citando a los pilotos ya retirados del oficio.Seis meses de mantenimiento cada 2.000 horas de vueloAl Mayor Galvis lo acompaña un teniente como copiloto. Antes de subir al DC-3, rumbo a Mariquita (Tolima), entran a un hangar al pie de la pista. Allí hay otra aeronave igual. Está en fase de mantenimiento."Todos los aviones tienen ciclos, vida útil. Este no. Prácticamente no tiene fin. Cada 2.000 horas de vuelo (en tiempo, entre un año y medio y dos) el avión entra a mantenimiento. A diferencia de los demás, el DC-3 no es presurizado, eso lo hace más resistente", dice el Mayor.La aeronave dentro del hangar está desbaratada y una que otra lata que lo cubre está removida, dejando al descubierto el nudo de cables, como tripas, que solo guarda sentido para los que saben del tema, los que entienden para que es cada pieza.El subintendente Nelson Pedraza hace parte del grupo técnico que le realiza mantenimiento a la nave, que vacía pesa unas 18.000 libras (unos 8.120 kilos) y unas 29.000 si está 'full' de combustible y con carga a bordo. Pedraza desciende de una escalera metálica desde donde hace mantenimiento para explicar su labor.Fuente: ELTIEMPO.COM