La subteniente Kelly Lucía Therán ayudó a traer al mundo a Kelly Esperanza, la bebé que se convirtió en la esperanza de los wiwas tras la tragedia que estremeció la Sierra Nevada de Santa Marta A las 12 de la noche de ese domingo de octubre cayó el primero de los 2.900 rayos que castigaron hasta la muerte la Sierra Nevada de Santa Marta. Una de las descargas eléctricas cayó sobre la maloka Kemakumake, la prendió en llamas y acabó con la vida de 11 líderes indígenas wiwas y dejó 20 más heridos. En plena oscuridad, el aborigen Bernardo Gil Moscote montó su caballo y tras cabalgar por más de tres horas buscó ayuda con las autoridades más cercanas. La Policía Nacional reaccionó de inmediato y a las 8:30 de la mañana el general Rodrigo González Herrera, comandante de la Región 8, ya había llegado con la primera asistencia prehospitalaria y humanitaria, incluidos 11 ataúdes transportados en un helicóptero policial. El panorama era desgarrador: fuego, viudas y huérfanos pidiendo ayuda y lugareños confundidos que lloraban la desaparición de sus seres queridos y que no entendían el extraño fenómeno, más allá de un mal presagio. Y mientras un grupo de policías de la Unidad de Operaciones Especiales en Emergencias y Desastres (Ponalsar) permanecía en la Sierra acompañando a esta comunidad que seguía llorando sus muertos, sobrevino otra tragedia. Esta vez la castigada fue la comunidad arahuaca windiva, asentada en el corregimiento El Cincuenta, también en plena Sierra. Un deslizamiento sepultó una vivienda, dejando a seis personas bajo toneladas de barro y piedra. Hasta allí llegó la Policía Nacional para ayudar a remover hasta la última palada de tierra en búsqueda de algo de vida. El general González volvió a liderar la comisión hasta el lugar de la tragedia, llevando consigo ayuda humanitaria a las familias afectadas. En medio de tanta tristeza, el viernes sobrevino el milagro de la vida. A las 5:30 de la mañana, Ana, una indígena de 27 años, entró en labores de parto, asistida tan solo por una partera de la Sierra.Varias mujeres aborígenes fueron a buscar ayuda en los integrantes de Ponalsar, y la encontraron de inmediato en la subteniente Kelly Lucía Therán Vital y su equipo de trabajo. La oficial y tres enfermeros asistieron a la pequeña: cortaron el cordón umbilical, revisaron sus signos vitales, la asearon y la vistieron. También atendieron a la nueva madre, un gesto altamente valorado por los Mamos, guías espirituales de la Sierra, y por toda la comunidad. En agradecimiento, los indígenas decidieron que la niña, de 3 kilos y 48 centímetros, se llamaría Kelly Esperanza. Kelly, en homenaje a la oficial de la Policía y futura madrina de la criatura, y Esperanza, porque en medio de la tragedia se abrió paso la vida, como símbolo de un nuevo amanecer. La labor policial conmovió hasta al director de la Policía, general Rodolfo Palomino López. "¡Volvió la vida a la Sierra Nevada! Mujeres policías atendieron parto de una joven indígena. Mil gracias a ellas", escribió en su cuenta de twitter.