La casa que el terror destruyó y el ESMAD reconstruyó

El patrullero Wilson Cárdenas y diez de sus compañeros levantaron de las cenizas una vivienda que los vándalos incineraron en las protestas del Catatumbo.

Ahí, al frente del cementerio La Esperanza y en cuestión de minutos, Otoniel Torrado vio reducir a escombros su humilde morada y su pequeño negocio de frutas y verduras con el que por años sostuvo a su familia.

 Todo ocurrió en medio del caos que vivió la zona del Catatumbo, en Norte de Santander, en desarrollo del paro campesino, cuando un grupo de vándalos llegó hasta su casa y le prendió candela sin razón alguna. En un silencio obligado, ya que sufre de una incapacidad al hablar, vio cómo la desesperanza golpeaba su hogar por cuenta de una irracional forma de protestar. Los bomberos de Ocaña nunca llegaron. Se negaron argumentando que sus carros podrían correr la misma suerte de la casa de don Otoniel. Solo quedaron cenizas. Pero, a los pocos días la esperanza regresó a su hogar con nombre propio: Wilson Fernando Cárdenas Muñoz, un curtido patrullero del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía Nacional que, junto con un puñado de sus compañeros, llevaba semanas tratando de contener las acciones violentas. Con el respaldo de diez de ellos, se propuso liderar la reconstrucción de la casa.

Este hombre tomó un camión de la Institución y durante seis horas tocó las puertas y los corazones de los comerciantes de Ocaña. Tejas, tablas, puntillas, cemento, arena, una puerta, herramientas, camas con colchón, colchas, cobijas, sábanas, mercado y utensilios de cocina viajaron hasta la vecindad de don Otoniel. Otra alma caritativa se unió a la causa y prestó su retroexcavadora para sentar las bases. Así volvió la vida y la esperanza al frente del cementerio.

"Anhelo de todo corazón que sea esta la oportunidad de hacer visibles a esos héroes de armadura negra y corazón grande y valeroso que dejan atrás sus familias, esposas e hijos para trabajar por una Colombia en paz".