‘El Encanto’ de proteger una joya precolombina

‘El Encanto’ de proteger una joya precolombina

La Policía del Caquetá y los estudiantes de un colegio de Florencia recuperaron un petroglifo precolombino.
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​El 17 de agosto de 1962, las aguas del río Hacha generaron una emergencia de enormes proporciones en Florencia (Caquetá). Arrasaron con el barrio La Vega. Pero no todo fue tragedia. La avalancha desenterró una faraónica roca en cuya piel indígenas andakí dejaron grabado un rastro de su historia y de la América precolombina. El Instituto Colombiano de Antropología mandó expertos en restauración y conservación y así nació la leyenda de 'El Encanto', un petroglifo de 16 metros de largo, convertido desde entonces en un baluarte histórico, cultural y turístico del sur de Colombia. Figuras humanas, de lagartos, pajarracos, serpientes y micos esculpidos en las dos caras de la piedra dan cuenta de la vida cotidiana de tiempos pretéritos y de dioses, mitos y leyendas que gobernaron por siglos esta espesa selva.Así lo dejó consignado uno de los investigadores: "La idea y las preocupaciones por la fecundidad humana se patentizan claramente. En algunos casos, como se ve, el artista indio, con muy pocos trazos, llegó a expresar, incluso, lo que escapa a la visión directa. Es indudable que el hombre prehistórico de Florencia, impulsado no solamente por aumentar la población para las actividades económicas y para la guerra, sino, principalmente, por razones de orden social, religioso y místico, llevó al grabado el hecho mismo de la maternidad para actuar mágica y ritualmente ante ella con el fin de asegurar, de tal manera, tanto el aumento de la tribu como la fertilidad  de los campos". Pero a esta poesía le sobrevino una avalancha de ignorancia humana, que fue convirtiendo la historia en un basurero, hasta ahuyentar a los visitantes. Entonces aparecieron los policías del Grupo de Protección al Turismo y Patrimonio Nacional y generaron una alianza con los estudiantes del colegio La Salle, para recuperar esta joya arqueológica y, de paso, recoger los escombros que frenaban el caudal del río que inspira los sentidos de los deportistas extremos. Con esta primera jornada de ornato y embellecimiento, que se extendió a los alrededores de la ciudad, los niños, niñas y adolescentes aprendieron la importancia de cuidar, respetar y preservar su medio ambiente y un poco del legado de nuestros ancestros. Los turistas volvieron, cada vez en mayor número, para observar esta página de la historia y escuchar los pormenores de este monumento del arte rupestre.