De las balas a los goles

De las balas a los goles

En las montañas de Antioquia, el subteniente Jhojan Villalobos Bernal y otros 19 policías, lograron espantar los miedos de la guerra con mucho afecto por los niños.
  • balas-goles-policia

​Cuando los niños de Briceño (Antioquia) escuchaban un balazo en medio de las tinieblas de la noche e incluso a plena luz del día siempre se preguntaban si el asesinado habría sido algún amigo. La zozobra era constante, el conflicto armado los acosaba, la muerte merodeaba las 24 horas del día. Hasta que en octubre pasado llegaron a este pueblo, enclavado en las montañas, 20 policías armados hasta los dientes, expertos en combate urbano, dispuestos proteger a sus 9.000 habitantes, recuperar los valores sociales y poner en retirada a los violentos. Pronto, el comandante de la Estación, subteniente Jhojan Villalobos Bernal, notó que todas las tardes los niños, niñas y adolescentes del pueblo buscaban jugar en el parque principal, en especial al frente del comando policial. La mayoría buscaba jugar fútbol, aunque el escenario no era el propicio, en especial porque molestaban a los transeúntes y dueños de negocios y casas vecinas. Hasta lámparas rotas quedaban después de cada partido. "Venimos acá porque no hay otro sitio y, además, acá nos sentimos protegidos por ustedes, los policías", le confesó un futbolista adolescente. Al oficial le quedaron sonando las palabras del muchacho y mientras miraba el paisaje desde el tercer piso de la Estación notó que en la parte de atrás había un lote baldío, carcomido por la maraña, la basura y los escombros. Ese 30 de octubre decidió que era hora de combatir la violencia, no con armas, sino con picas, palas, cemento y mucho afecto por los niños, niñas y adolescentes del atemorizado pueblo. Con el apoyo de los otros 19 policías echó a andar su quijotesca obra. Tras indagar que el lote era propiedad del municipio le expuso su plan al alcalde. "Le hice imaginar mi idea y me brindo su total apoyo". Sin olvidar por un segundo que estaban en zona de guerra, los valientes policías comenzaron a limpiar el pedazo de tierra. Se dieron cuenta de la necesidad de conseguir maquinaria pesada para remover grandes rocas y sentar las bases del escenario deportivo. El alcalde volvió a ayudar y le ordenó a su jefe de obras ayudar en el proyecto: llegó con una retroexcavadora, palas, picas y carretillas. Luego vino la ardua labor de conseguir 12 volquetadas de arenilla, las cuales tocó descargarlas al frente de la Estación y luego cargarlas al hombro, ya que por culpa de una peligrosa pendiente el aparato no llegaba hasta la construcción. Fueron meses de mucho sudor, de ampollas en las manos y hasta de quemaduras de sol. Y el sábado 21 de febrero, a las 9 de la mañana, se hizo el milagro. Los mejores futbolistas del pueblo armaron ocho equipos para inaugurar la cancha que les regaló su Policía Nacional. Hoy, detrás del otrora basurero, fuente de peligro para un ataque a la Estación y al pueblo, se ven a diario docenas de niños que se sienten protegidos por el subteniente Villalobos y sus compañeros de sueño. Ya casi no se escuchan disparos y los niños de Briceño duermen más tranquilos.Nuestras Historias