El solo sonido de sus máquinas alimenta la moral de los policías que están en tierra combatiendo el delito y ahuyenta a los delincuentes. Auxiliaron a los sobrevivientes de la catástrofe de Armero, participaron de la retoma del Palacio de Justicia, han sido fundamentales en la captura y neutralización de cabecillas de la guerrilla, el narcotráfico y estructuras del crimen organizado, fumigan hoja de coca y amapola, transportan ayuda a indígenas y desplazados y hasta salvan niños mordidos por serpientes. Son los pilotos del Área de Aviación Policial, adscrita a la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional: 250 de ala rotatoria o helicóptero y 107 de ala fija o avión, acompañados por 13 ingenieros y 1509 técnicos aeronáuticos responsables del mantenimiento de una flotilla de 117 aeronaves (71 helicópteros y 46 aviones). Entre ellos se encuentran los poderosos Black Hawk, máquina de guerra propia de los ejércitos, pero que desde 1996 son utilizados por la Policía Nacional de Colombia, un caso único en la historia de las autoridades policiales del mundo. En ese entonces, en desarrollo del Plan Colombia y gracias a un convenio con el gobierno de Estados Unidos, en 1999 la Institución contó con seis de esas aeronaves, en 2001 llegaron otras dos y en 2013 se adquirieron tres más. Sus pilotos son preparados en los mejores centros de entrenamiento de E.U. Desde ese mismo año opera en Mariquita (Tolima) la Escuela de Aviación Policial, donde se forman los pilotos policiales y los técnicos aeronáuticos. Desde esa base y otras siete, distribuidas en todo el país, se ejecutan grandes operaciones.Una de las pilotos más sobresalientes es la mayor Diana Constanza Torres Castellanos, una administradora de empresas con más de 4.000 horas de vuelo y experiencia en diferentes misiones de vuelo, jefe del Área de Prevención, desde donde lidera el programa DARE