‘La misa de los niños’

En una iglesia de la Policía Nacional y bajo la protección de un General convertido en sacerdote se celebra una eucaristía con títeres y muchos dulces.

Cada domingo, cuando apenas comienza a amanecer, un grupo de niños engalana - do con trajes rojos y blancos llega para participar de una gran fiesta. No es un cumpleaños, tampoco es un grado, es el encuentro de los hijos de los policías con Dios. Son al menos 30 acólitos que participan de la ya bautizada ‘misa de los niños’. Ingresan a la iglesia de la Escuela de Posgrados (ESPOL) de la Policía Nacional, ubicada en el noroccidente de Bogotá, cuando aún no se ha escuchado el primer repique de campanas. El templo está engalanado para la ocasión. Entre títeres, dulces y cantos de alabanza estos pequeños devotos disfrutan de la eucaristía en compañía de sus padres, hombres y mujeres que a diario arriesgan sus vidas para preservar la de todos los colombianos.

 Allí se hacen presentes desde generales y oficiales de la Dirección de Inteligencia Policial (DIPOL), expertos en cazar criminales, hasta niños que estudian en el colegio San Luis. Su devoción es profunda. Sus pequeños ojos se cierran y sus manos se juntan para pedirle de corazón al Todopoderoso por la paz de Colombia, por la salud de sus padres, por los humildes, por los que sufren, por las ovejas descarriadas y por la propia tranquilidad de sus infantes almas.

 Lo hacen bajo el liderazgo de un auténtico siervo de Dios, el padre Silverio Ernesto Suárez Hernández, un coronel de la Policía Nacional que se convirtió en apóstol de Cristo el día en que un enfurecido hombre roció con gasolina al mayor Humberto Antonio Castellanos y apagó su existencia. Los acólitos le ayudan a leer las peticiones y elevan plegarias por la convivencia. De un momento a otro, los títeres se convierten en evangelizadores que, a través de historias lúdicas, afianzan en los niños valores y principios morales, como base fundamental de una nación que se niega a seguir viviendo en el infierno de la guerra y la desigualdad. Ahí más que nunca se alianza el lema institucional Dios y Patria, como un legado que crece con las familias y se comparte como vocación de servicio a la comunidad.