El suicidio en el mundo es cada más frecuente e infortunadamente va en aumento la tasa de suicidios en niños, adolescentes y adultos jóvenes, pero ¿cómo se puede ayudar a un ser querido u otra persona que este considerando esta posibilidad?
Muchas veces sostener un diálogo oportuno puede salvar una vida. La Dirección de Sanidad le recomienda seguir los siguientes pasos frente a este difícil desafío:
No tema preguntar: si nota algún cambio o sospecha de un riesgo en una persona cercana, hágale preguntas específicas como: “¿le pasa algo?”, “¿tiene algún problema?”, “¿ha pensado en suicidarse?” y si responde que sí, no dude en preguntar: “¿ha pensado en cómo hacerlo?”, “¿ya lo ha intentado?”. Muy seguramente sus respuestas darán indicios de si hay ideas o conductas suicidas, si ya lo tiene planeado y con qué frecuencia lo está experimentando, lo que nos indicará el grado de riesgo.
En los niños muchas veces los padres piensan que saben lo que su hijo está pensando, pero los niños en ocasiones no expresan de igual manera como lo hacen los adultos, por eso es importante identificar cambios en la conducta del niño o adolescente, por ejemplo: si se aísla, si frecuentemente está agresivo, enojado, triste o temeroso. Es importante preguntarles y ayudarles a expresar lo que sienten y piensan, manteniendo vínculos de confianza y no dar por hecho que lo sabemos todo acerca de nuestros hijos.
Escuche: algunas personas tienen dificultad para expresar lo que están pensando o sintiendo, pero si creen en la necesidad de hablar es fundamental que sepan que pueden confiar en alguien sin ser juzgado. Es importante no minimizar los problemas de esa persona bajo su propio juicio.
Disuada: animar a la persona a buscar ayuda profesional y espiritual que le permita desistir de su propósito, ayudándole a identificar el problema y a ver las cosas de manera diferente, que pueda encontrar otras alternativas o soluciones a sus dificultades, incluso aunque parezcan imposibles de resolver.
Vincule a la familia: recuerde que el mejor antídoto para el dolor y el sufrimiento es el amor de la familia y de las personas cercanas, el apoyo, la compañía, la comprensión son fundamentales. LA SOLEDAD NO AYUDA.
Acompañe: no olvide seguir en contacto con la persona, puede ayudar a facilitar su proceso.
Finalmente, enséñele a los hijos a tener motivaciones por las cuales levantarse cada mañana, el exaltar sus esfuerzos en el día a día más que los logros, a ayudarlos a construir sus propósitos y sueños sabiendo que no están solos, y que sean cada vez más los recuerdos buenos del pasado y las satisfacciones del presente que les ayude a afrontar las situaciones difíciles, a tolerar más fácil las frustraciones, siendo niños más felices con más herramientas para afrontar los desafíos de la vida actual.