Magnicidio de Uribe Uribe marcó historia de la criminalística

Desde ese momento de 1914 se empezó oficialmente a identificar y a documentar pruebas en crímenes.
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    La historia oficial de la criminalística en Colombia abre sus anaqueles el 15 de octubre de 1914, con el brutal asesinato del general Rafael Uribe Uribe, héroe de la guerra de los Mil Días que fue atacado a hachazos en los umbrales del Capitolio por dos artesanos: Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal.

    Y aunque los homicidas rápidamente fueron identificados y capturados, la  necropsia practicada al cuerpo y la reseña fotográfica con las huellas de los responsables son los primeros documentos probatorios en el desarrollo de una investigación criminal en el país, procedimiento que con los años fue evolucionando y mejorando sus técnicas.

    Posterior al atroz asesinato del líder liberal que se proyectaba como posible candidato presidencial, y producto de la preocupación por profundizar en las investigaciones de crímenes, se dio origen al Servicio Nacional de Identificación Criminal y a la primera Escuela de Detectives de la Policía.

    Si bien en las décadas siguientes la institución continuó dando pasos en esta materia –como lo fue la graduación de expertos en dactiloscopia (1935), la creación del cuerpo investigativoF2 (1953) y de laboratorios de criminalística, de identificación de voces y de análisis de cintas magnetofónicas–, solo a partir de los años 80 y comienzos de los 90, la investigación criminalística adquirió mayor relevancia, y gracias a ella se han esclarecido muchos hechos que han estremecido al país.

    El violador en serie

    Uno de esos sucesos, a manera de ejemplo, es el de la violación y asesinato  de niños en diferentes lugares del país, que se empezaron a esclarecer con la captura de Luis Alfredo Garavito (el 23 de abril de 1999, en zona rural de Villavicencio), tras la alerta de un indigente que lo encontró junto a un menor desnudo y amarrado a un árbol.

    A partir de esa captura se empezaron a rastrear casos de menores de edad violados y asesinados y a confrontar el modus operandi de los supuestos victimarios, así como los testimonios, las pruebas halladas en los sitios y el perfil criminal del sospechoso.

    La investigación realizada por la Policía, a través de la Dijín (nombre que adoptó mucho después el F2), permitió encontrar que las víctimas tenían entre 6 y 16 años de edad y que sus cuerpos presentaban golpes e incisiones.

    Además, en el lugar de  los hechos había tapas de botellas de brandi y luego fue encontrada, lo que se consideró la prueba reina, la libreta donde el mismo Garavito apuntaba detalles de sus crímenes. Garavito está hoy en la cárcel de Valledupar acusado de más de 140 violaciones y homicidios de menores de edad.

    El caso Santiaguito

    El vil asesinato en Chía, Cundinamarca, del bebé de 11 meses Luis Santiago Lozano (agosto del 2008), orquestado por su padre Orlando Pelayo Rincón, taxista de oficio, fue otro hecho que conmocionó al país y que significó un desafío para la Policía.

    A Santiaguito, arrancado de los brazos de su madre Clara Ivonne Lozano por un hombre, le segaron la vida por asfixia mecánica y luego su cuerpo fue arrojado por un barranco.

    Tras seis días de intensa búsqueda fue encontrado el cuerpo sin vida del niño, pero para ese momento la Policía seguía la pista que habían dado tres personas a quienes el padre del menor les habría pedido raptar y desaparecer a un niño. Con estas versiones, se procedió a capturar a Pelayo, quien confesó que había contratado a Martha Lucía Garzón, quien a la vez delató a su compañero sentimental, Jorge Orlando Ovalle, el secuestrador.

    En este caso, el resultado de las pruebas de ADN practicado al rastro de sudor encontrado en la piel del niño permitió identificar plenamente la participación de Garzón y Ovalle en el repudiable crimen.

    El agente de la DEA

    El asesinato del agente de la DEA Terry Watson durante un paseo millonario, en el norte de Bogotá (junio del 2013), fue otro sonado caso que, tras labores de seguimiento y hasta la infiltración de la red criminal, terminó con la captura de siete personas, entre ellas el principal implicado: Édgar Javier Bello, ‘Payaso’.

    El análisis de videos, desde que Watson ingresa al automotor hasta cuando herido de muerte escapa y a pocos metros se desploma; la identificación del taxi en el que el agente fue asesinado; la interceptación de celulares y el intento de los implicados por desaparecer las pruebas, como la venta de la cojinería del vehículo, llevaron a la captura de todos los sindicados y su posterior extradición a Estados Unidos, donde hoy purgan condena.

    En la actualidad

    Pero tal vez el mayor reto al que se viene enfrentando la Policía, junto con la Fiscalía, en materia de criminalística es el análisis  científico de los restos de las víctimas de homicidio y de desaparición en el marco del conflicto armado.

    Al 30 de septiembre pasado, el Grupo Investigativo Justicia y Paz de la Policía había logrado el hallazgo de los restos de 6.729 víctimas –en 5.263 fosas–, de las cuales 2.381 se han entregado a sus dolientes. El mismo grupo había hallado en 2006, tras la práctica de pruebas morfológicas, los restos de Carlos Castaño, líder de las temidas Auc.

    Estas investigaciones contemplan testimonios de familiares y allegados, interrogatorios al implicado (si está en prisión), mapeo y ubicación de la fosa, exhumación de los restos, práctica de pruebas genéticas y de ADN e incluso, como en el caso de Castaño, la realización de estudios antropológicos y morfológicos.