Luis Evelio Rivera vivía en un desvencijado cambuche y se ganaba la vida en las calles de Bogotá con su vieja caja de embolar, después de haber probado como leñador, azadonero, sembrador y mecánico. Pero la suerte le cambió el día que conoció a un policía, hasta llegar a convertirse en el ‘Z1’ de los lustrabotas. “Un buen día estaba en las calles de Suba y tuve la oportunidad de limpiarle las botas a un modesto policía. Usé mi mejor técnica, heredada de mi padre, para cautivar su atención y lo logré.
En consecuencia, recibí una oferta: lustrarles las botas a sus compañeros de la Escuela de Postgrados. Accedí y desde ese día me convertí en el lustrador oficial de las botas policiales”. Su fama comenzó a ascender
y, pronto, su cliente fue un exigente coronel. Luego fueron otros altos oficiales y, más tarde, el reconocido general Óscar Naranjo Trujillo, por ese entonces el Z1 de la Policía, es decir el Director General. “Sentí una sensación indescriptible, pero asumí el reto y lo logré. Pude sacarle una sonrisa de satisfacción al señor Z1 y, desde entonces, soy también conocido como el Z1”. Su discreción y don de gente recibió recompensas.
“La Policía me dio la oportunidad de tener un trabajo digno. Yo vivía en un cambuche y me suministró un techo temporal, y hasta aprendí a ser organizado y disciplinado. Ya uso hasta botas policiales”. Y al evocar la memoria de su padre dice que seguirá siendo el ‘Z1’ de los lustradores. “Siempre me decía:‘Hijo, no olvide llevar siempre los zapatos bien lustrados’.
Y de esa manera fui cogiéndole amor a dejar mis zapatos bien brillantes, para que se refleje mi sonrisa en ellos”.
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