Bibiana Ramírez creció en un hogar de padres con discapacidad auditiva. Desde los tres años se convirtió en su voz. Les enseñó el lenguaje de señas a un grupo de policías para atender a esta población. Su padre sufrió de niño un sarampión interno que le quemó las cuerdas vocales. Su señora madre, cuando apenas era una recién nacida, sobrevivió a la caída de un cilindro sobre su pequeña y frágil humanidad. Los dos quedaron rehenes del mundo del silencio. Por el camino de la vida se encontraron y se casaron. De esa unión nació su primera hija, Bibiana Ramírez, quien desde los 3 años de edad comenzó a entender el particular idioma de sus padres hasta convertirse en experta en el lenguaje de señas. "Cuando ellos iban a conseguir trabajo yo era su voz".
Hace cuatro años ingresó a la Policía Nacional y en sus patrullajes por las calles de Bogotá se dio cuenta de que sus compañeros no sabían cómo guiar a ciudadanos con esta incapacidad. Expuso su idea y pronto dictó su primer curso en el Centro de Idiomas de la Policía. Una docena de uniformados quedó lista para extender su servicio institucional a una población discapacitada que supera los dos millones 600 mil colombianos. Luego, la Policía, con el concurso de la Federación Nacional de Sordos, decidió dictar su primer curso nacional de lenguaje de señas y capacitó a otro grupo de uniformados para prestar su servicio en los principales centros turísticos del país, como Cartagena, Bogotá y el Cañón del Chicamocha, en Santander. Y en Tuluá (Valle), el subintendente Luis Hernando Flórez, con 13 años en la Policía, aprendió de su esposa, licenciada en educación especial, el arte de enseñarles a leer a personas invidentes.
Mediante su proyecto 'Para mirar con otros ojos', enseña mediante el sistema de lectura y escritura braille a niños y adultos invidentes de escasos recursos.
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